viernes, 14 de septiembre de 2012

HAY DÍAS

A decir del saber de mi abuela, mi pueblo sólo tenía dos horizontes; el de arriba y el de abajo. Y no hablaba del cielo ni del infierno, se refería a los dos puntos por los que la calle más importante de Meneses agujereaba el infinito.
Los dos sirven para escapar-decía-Uno te lleva, sin regreso, a la nada; el otro, no se sabe bien que te propone porque el azul desdibuja cualquier punto de llegada.
El de arriba, culminaba en La Elvira, que así se llama el cementerio de mi pueblo; el de abajo, terminaba en el mar, el mismo mar que acunó cualquiera de mis esperanzas.
Hay días en que necesito a la abuela, sobre todo cuando la vida me propone más de un punto de fuga, más de un horizonte.
Hay días en que haría mejor en comer arroz con leche y esperar la señal, cualquiera que sea y dejarme llevar  por el instinto, como esa vez en que desoí a los viejos, alcé el vuelo y me encontré a mi mismo, sin brújula, sin, planos y la vida proponiéndome el arriba,  el abajo, la izquierda, la derecha, el todo, la nada, el miedo, la esperanza...
Hay días que amanezco con ganas de decir y no tengo palabras.

No hay comentarios: