sábado, 24 de noviembre de 2012

EL TIEMPO, EL AZUL, LAS ESPERANZAS


Hace veinticuatro o veinticinco años, en Moscú, escribía:

Yo me enamoro fácil
y me quedo
agarrado al azul e inventando el presagio
remendando las lunas de mi prisa
con las desnudas frases
que pariera el otoño de mi suerte.

Otoño hecho de frases
haciéndome sin prisas los desnudos

Yo presagio el azul 
y al azul me aferro
y me enamoro fácil
y me quedo...

Hace menos de un mes, escribí en México:

Te quiero marinerito
te quiero.
Marinerito moreno 
marinero morenito
moreno mar  marinero
echa tus barcos al mar;
ven a buscarme te quiero
marinero  mar  sonrisa
ola  brisa  marinero
ven a buscarme con prisa
ven a besarme que muero
por tu amor de viento y ala
por tus ojitos serenos
muero de amor marinero
marinerito moreno
te quiero



Hoy no escribo, no puedo. Reviso apuntes y descubro que no tengo remedio, que me ciega el azul, que me deslumbra; que no he cambiado en tantos años de ir y venir, de mi sueño a la vida, y aunque parezca absurdo, seguiré suspirando la hermosa desnudez de los otoños y dejando que el azul me atrape, aunque naufrague.
Hace muchos años (más de veinte) tuve la certeza de que la fuga del azul que el amarillo atrapa es la esperanza y habrá que seguir navegando, suspirando, amando...

lunes, 19 de noviembre de 2012

MELANCOLÍA Y CANCIÓN PARA UN DOMINGO


Aletea la tarde en un suspiro que no devuelve el horizonte hambriento, la línea imperceptible que se traga su luz en naranja agonía.
Siempre fueron terribles los domingos de abandonar la casa y el abrazo, pero hoy no estoy cansado y tengo sueño, un sueño que no es sueño y es tristeza, una extraña melancolía cargada de recuerdos y optimismo, de certezas y miedos.
El próximo domingo que muera ante mis ojos estaré resumiendo estas andanzas por las fértiles tierras del oficio y los afectos, por tantas casas nuevas donde escondí migajas del futuro, ese capricho-tiempo que no sé dibujar con trazo firme pero que puedo oler, sentir, palpar como si no hubiese otra opción que la de volver para afianzar los lazos que adornan estos últimos meses de búsquedas y encuentros.
Caminos, casa; amigos, casa; palabras, casa; cuentos, casa; recuerdos, casa; un amor, casa; miedos, casa; libros; casa y la esperanza, el canto, los olores, la luz, el llanto, la mentira, la música, los besos, las ausencias, las abuelas, los ojos, las miradas, la familia, los abrazos, las orejas, las sensaciones, el paladar y las angustias, la ansiedad y los mimos, el antaño, el ahora, los de hoy, los de siempre, los nuevos y los viejos, refugios, arrullos, hermana, pueblo, patio, jardín y madre... CASA.
Una y mil casas me han nacido, con huertos, con hogueras, con pucheros cantores que me arropan, calman mis  hambres y  nutren la ternura.
Una y mil casas tengo y ya no sé si vengo o si voy, si estoy haciendo equilibrios o desequilibrios, sin construyo caminos o los borro para poder volver sin el acoso del tiempo ineludible que, mientras amasa la esperanza, te desordena el sueño, te agita, te detiene, te empuja, te acobarda, te defiende, te humilla, te posee...

Ya se murió la tarde. El horizonte es nada cuando impera la noche, la luz es sólo un espejismo que se somete al designio del tiempo inevitable, que la preña de oscuridad y aurora.
A oscuras siento que hay un sólo camino y que es fácil cargar lo que aprendí estos días de jugar a vivir, a salir de mi mismo y reencontrarme niño sin otro artilugio que mis palabras y está fe en los amigos y en la gente.
Una y mil casas llevo; algunas con cimientos a prueba de temblores, otras de polvo y nube, otras de azúcar y de agua y de agua y sal, de mar y de ola, otras de un sólo trazo, otras como el dibujo de un niño, otras balcón o abismo pero todas cobijan y definen mis pasos y en todas hay ventanas para mirar, paciente, el suspiro-aleteo de la tarde que el abismo del horizonte se traga lentamente y aprender de la vida, mientras se muere el día en naranja agonía, a construir mañanas, regresos, esperanzas.

jueves, 8 de noviembre de 2012

OTOÑO, CUENTOS, EL VERDE...LAS SEÑALES


Soleada la mañana. Amanezco con la ilusión preñada, primaveral a pesar del otoño.
Contaré en un colegio y siempre contar para niños y niñas se me hace un privilegio.
Vamos al Oriente del DF y la casualidad pinta la línea del metro de color verde.
Primera señal: el camino de la esperanza enrumba hacia el Oriente.
Erramos, viajamos hacia el Poniente, por suerte en el vagón venden "alegrías grandes" a sólo cinco pesos, compramos, es buen precio para algo tan valioso.
Cambiamos el camino y tropezamos con una pareja de novios que comienza el día con un beso y una madre que juega con su niño en la escalera del metro ¿Señales?
Descubrimos que el tren de la esperanza va muy lento, pero va.
Llegamos, el sol insiste.
El colegio es también verde y, en el jardín, Ángel se encuentra un enorme signo de interrogación de color verde ¿más señales?
Contamos, hasta las madres han venido a escuchar las historias...

No sé, pero hay días en que vale la pena levantarse y creer que todo es posible sólo porque el sol de otoño se atreve a jugar a las primaveras, porque te encuentras con alguien; una maestra, por ejemplo, que cree en lo que hace; niños y niñas, de barrio, que se agarran a las palabras como a la libertad, al juego o a la fe, palabras grandes  que a su edad son una misma cosa y porque puedes recorrer a golpe de risas y canciones una ciudad extraña con una amiga nueva que es como de toda la vida.

Sólo señales, simples señales, pero hay que leerlas, vivirlas para seguir creyendo en la esperanza

miércoles, 3 de octubre de 2012

SABERES Y PRESENCIAS

                                                                                                                                                                                                                             Nunca pedí a mi abuela que me explicara cómo escribir herida o cicatriz, le pedí bálsamos y ungüentos.
Mi abuela no me explicó la ortografía del abrazo, me enseñó la ternura a fuerza de mimos.

Ella, la abuela, no sabía que letra faltaba o sobraba para que hola y ola fueran palabras distintas y en esencia y apariencia, casi una misma cosa.
Mi abuela nunca me leyó un cuento, me los contaba despacio y mirándome a los ojos o acariciándome el pelo porque mi abuela no sabía leer.

Yo aprendí a leer en alta voz y en voz baja y hasta en silencio; aprendí ortografía y muchas otras cosas, no todas, por suerte, para no perderme el valor de la sorpresa.
Siempre que leo y una frase me parece hermosa, resuenan las palabras en la voz de mi abuela.
Cuando escribo, algunas veces, olvido las reglas y las normas porque me salen las palabras como un canto.

Hay días  sin abrazos, sin "holas" y sin olas, días que pisan la huella de la herida. Entonces, en esos días, la abuela está conmigo y es bálsamo y ternura, es palabra fecunda que, en su cantar, no cesa.


LA FOTOGRAFÍA ES DE JHOANA DANTE, EN SU TIERRA, EN URUGUAY, NUEVA PALMIRA

sábado, 29 de septiembre de 2012

TARDE DE PRIMAVERA, UN TREN, UNA CANCIÓN, LAS SEÑALES...

Es primavera.
Estoy en Buenos Aires.
Amenaza la lluvia.
El tren avanza lento.
Carteles coloridos anuncian que un Banco ofrece créditos que hacen florecer.
Bajo el horrible diseño de flores falsas, un ciego, con su guitarra, canta la canción del gigante de ojos azules que amaba a una mujer pequeña.
Un espontáneo se saca una flauta del bolso y le acompaña.
 La gente levanta la cabeza, sonríe y vuelve a lo suyo.
Termina la canción, la gente aplaude, el flautista se baja en la siguiente parada, el cartel permanece, el ciego canta una canción de Aute.
El cielo insiste en jugar a las tormentas, no llueve.
Sube un hombre con muletas vendiendo tres alfajores por cinco pesos para endulzar la tarde, el cartel del banco lo acapara todo con el naranja chillón de sus flores falsas.
Llegamos, no llueve.
Un par de "sintechos" pregonan: -La razón a voluntad, La razón a voluntad...
La gente que escucha y pasa, los ignora
- La razón a voluntad- insisten
Una muchacha de pocos años vende cremas antiedad desde un cartel gigante y con sonrisa falsamente perfecta o perfectamente falsa que en estos casos...
- La razón a voluntad- las voces que pregonan se apagan
No llueve por más que se anuncia el aguacero.
No llueve y pareciera que no pasa nada.

Cuántas razones-pienso- verdaderas, poéticas, engañosas, falsas...
¿Será que tantas razones anulan voluntades?¿Será que la voluntad se duerme cuando la vida precisa un aguacero?

viernes, 14 de septiembre de 2012

HAY DÍAS

A decir del saber de mi abuela, mi pueblo sólo tenía dos horizontes; el de arriba y el de abajo. Y no hablaba del cielo ni del infierno, se refería a los dos puntos por los que la calle más importante de Meneses agujereaba el infinito.
Los dos sirven para escapar-decía-Uno te lleva, sin regreso, a la nada; el otro, no se sabe bien que te propone porque el azul desdibuja cualquier punto de llegada.
El de arriba, culminaba en La Elvira, que así se llama el cementerio de mi pueblo; el de abajo, terminaba en el mar, el mismo mar que acunó cualquiera de mis esperanzas.
Hay días en que necesito a la abuela, sobre todo cuando la vida me propone más de un punto de fuga, más de un horizonte.
Hay días en que haría mejor en comer arroz con leche y esperar la señal, cualquiera que sea y dejarme llevar  por el instinto, como esa vez en que desoí a los viejos, alcé el vuelo y me encontré a mi mismo, sin brújula, sin, planos y la vida proponiéndome el arriba,  el abajo, la izquierda, la derecha, el todo, la nada, el miedo, la esperanza...
Hay días que amanezco con ganas de decir y no tengo palabras.

lunes, 10 de septiembre de 2012

De los días, las ganas y la memoria

Hoy es un domingo sin prisas. Sigo en Guayaquil. No se si espero, no se qué quiero pero estoy viviendo como se vive con ese sobresalto del enamoramiento.
Tengo ganas de contar, de hablar y hablar, destejiendo o tejiendo (como siempre digo), palabrear, jugar el agridulce juego del recuerdo y hacer un corro en la calle y convidar al mundo a sumarse a la rueda "de pan y canela". Tengo ganas de ir mañana al colegio, refunfuñando, con las uñas recortadísimas y los zapatos limpios, estrenar una camisa  y soñar, como cuando soñaba sin el vértigo que la responsabilidad impone.
Escucho una canción, Arrullos, y me hace tan feliz que bailo en un salón de lámparas gigantes, bailo solo y la gente se asoma para verme bailar y entonces, las convido.
Suena la orquesta y afuera llueve y dejo de bailar para mirar la lluvia, verla caer sobre el patio luminoso de mis sueños que tiene todos lo aromas de mi niñez de pueblo.
Y la gente de siempre baila con los recién llegados y yo miro con la cara conque escuchaba a mis padres contarme los bailes de mi pueblo y de tan feliz me carcajeo y aplaudo el espectáculo maravilloso que fue mi infancia de esperas y esperanzas.
Fiesta de la memoria es esta tarde en que escucho y escucho una canción y aprendo del recuerdo a desentrañar las verdades para entender, definitivamente, que sólo hay que salvar el soniquete, imperceptible a veces, de las esencias y descuidar el ruidoso cacareo de las apariencias.

lunes, 20 de agosto de 2012

DEL DOMINGO, LA SUERTE Y EL OCASO

Como jugando a nada otro domingo fluye sin dejar otro rastro que las luz mortecina de la tarde de un día que pretendió ser primavera.
Tengo un  revoltijo de sensaciones, luces, sombras, miradas; una mezcla de ilusiones y miedos como cuando en la infancia me ofrecía la vida sus certezas y yo quería otra certidumbre, la de la fuga y el ala, la de saltar a cualquiera de los horizontes y perderme a encontrar una palabra, una razón o un nido.
El tiempo fluye como quien borda un largo camino de mesa y se deja la vista en el reverbero de luces y de formas conque traza, dibuja, arma verdad el trozo de la tela desnuda.
Desnudo estoy, con la esperanza cantarina y frágil, con la casa acuestas pero sin la rastrera vocación del caracol asustadizo, que huye de la nada y hasta la nada traza su pegajoso trillo de imperceptible luz.
No sé escribo, juego o me lleno de augurios esta tarde de domingo en que la vida ronda intentado tener una charla con mis fantasmas viejos,
Es un ir y venir de vivencias y ganas, de convicción y dudas que me busco en los surcos de las manos una señal que nombre los caminos que el futuro depara y busco puertas en los posos del café y en la página de un libro que abro con los ojos cerrados.
Pero nada me dice una respuesta cierta, nada es tan rotundo como estas ganas de ser yo que tararean un bolero en mi alma, diciéndole a mis años que es tiempo de cambiar la ruta o de armarla con otros ingredientes, otros fines.
Ni trascendente, ni triste, ni abandonado, ni solo, tampoco lo contrario, es que la lenta  tarde de este domingo me obliga a comerme una galleta de la fortuna y antes de leer el mensaje que guarda preferí sacudirme los sentidos para verme latiendo la plenitud en que vivo.

Leo este desvarío a Javier y a Nico
Me como la galleta de la fortuna (china, por supuesto)
Y me encuentro: "Cada oveja con su  pareja"

Y quién soy la oveja, la pareja o soy yo cargando con lo que soy, conmigo mismo y estas ganas de seguir caminando los trillos que este tiempo de cambio me ofrece y me regala, no sé si para seducirme o retarme que. a la larga son los modos que usó siempre la vida para sacudirme, provocarme.

sábado, 18 de agosto de 2012

ASUNTOS DEL AZAR

¿Cuántas veces el azar se impone?¿Acaso todas? ¿Es bueno, es caprichoso, es la fortuna?
Hace casi cuatro meses que salí de España, había algunas rutas trazadas, algunas intenciones precisas, había ganas de buscar horizontes y nada fue  lo pensado, todo se armó caprichosamente, como un sueño bueno o como se arma el delirio.
México fue más, es más que cualquier pronóstico, Cuba fue otra verdad, otra mirada, Argentina parecía quedarse en nada, Brasil se quedó pendiente y yo anduve desesperanzado, triste, como si se me hubiera torcido el camino y con él, las ilusiones.
Parecía una traición del azar esta mirada al sur, cuando, sin presentirlo, el azar tomó las riendas:
PRIMER AZAR
Juani me habla de Chile, yo le digo que voy y ella le dice a Emy Rivero, y entonces los que fue una remota posibilidad fue certeza.
Santiago me recibió con mucho frío, tal vez para que el reencuentro con Juani tuviese tintes moscovitas.
Y nunca un frío polar tuvo tanto abrigo, tanto arrope: Juani, Leo, Gaby, Emy, Cony, Tito, Alejandra, Paulo, Karen, Patricia, Mirentxu, Mirella, Naty, Paty Mix, Carolina, Claudia, Valparaíso y ese primer encuentro con La Moneda, como si lo hubiese deseado desde el día en que mi maestra de primero leyó la noticia del golpe de estado y la muerte de Allende.
Ese azar es ahora camino y volví a Chile y vuelvo pronto y cada vez me ata más esta tierra temblona y cariñosa y en cada taller descubro, aprendo, me comprometo y sucumbo a la certeza de que contar es un privilegio. Ya somos equipo, grupo, amigos y como si no fuera suficiente, se sumó a este empeño Edel arriagada, gracias al SEGUNDO AZAR, Lili Bassi, que apareció sin anunciarse un domingo ventoso en el que paseaba con Marita von Saltzen y Rubén López, en Buenos Aires.
El TERCER AZAR llegó de la mano de Geraldina Rayo. Ella  le habló de mí a Leonor Arditti, Leonor a Susana Lino y Susana me lleva a la Casa de Cultura y Peña La Salamanca, en La Plata. Un domingo desangelado y frío, mucha gente, una emotiva sesión y Milena Salamanca, cantándome una nana y Susana comprometiéndome a volver
Allí estuvo Gabriela Lubarsky, con quien hubo una suerte de conexión extrasensorial y azarosa. Me habló de Córdoba y su gente, de sus proyectos, sus talleres y sin prometerme nada me invitó.
Y estuve en Córdoba, en tres pueblos, conté para niños y niñas, conté para adultas y dos adultos 8para ser precisos) y charlé de los cuentos y el oficio con las alumnas de Gaby, visité la Semana Cultural de Río Cuarto y vi contar a tres de sus alumnos (muy bien, por cierto)
Y regresé de Córdoba recién, con una nueva amiga, con la certeza de que vuelvo a este lugar de horizontes inmensos y   acento bailón como de bandoneón desafinado, de gente llana como su tierra que te mira a los ojos y mirando te cuenta y te atrapa.
Y en medio de tanto azar, yo mirando pasar este día lluvioso de agosto, sin ganas de otra cosa que de jugar a nada.
Azaroso el destino y sus trampas, la vida y sus puertas y sus muros y este privilegio de estar vivo y dispuesto a que el azar siga sorprendiéndome y regalándome la suerte de compartir caminos, afectos y palabras


lunes, 6 de agosto de 2012

Recuerdos de un domingo luminoso


Sólo la mañana habría sido suficiente para hacer este domingo memorable. Marita von Saltzen me había invitado a conocer a Rubén López y a pasear juntos por Matadero, uno de esos barrios de Buenos Aires que no aparecen en las guías de turismo como algo reseñable y que, quizás por eso, resuma una alta dosis de autenticidad: la feria, la música, los bailes y el gentío creciendo a medida que avanzaba el día: Miramos, compramos, bailaron y luego comimos en uno de esos sitos con solera y del que ni siquiera miré el cartel que ponía su nombre ¿Acaso lo tenía? Yo elegí un locro, ellos choripan.
Luego decidimos ir a ver un espectáculo de Diana Tarnofki, recomendadísima por mi caro amigo Moisés Mendelewicz. Pasamos a buscar a Lili Bassi y a Palermo, el barrio, por supuesto. La hora pegada, la dirección incierta, pero llegamos a una sala oscurísima, repleta de gente y de sonidos.
Yo esperaba un espectáculo de cuentería al uso, desnudo, sin excesivos ruidos ni alharacas y cuál fue mi sorpresa cuando me encuentro que los cuentos estaban más que arropados por gestos, luces, sonidos, cantos...
Cantante y sonante es un espectáculo hermoso, tierno, es dulce y luminoso que da la impresión de una espiral que te va envolviendo, llevando como jugando a nada que resultó ser no de Diana Taranofki, sino, con Diana Tarnofki.
Ahora, en casa de Javier y a la luz de las velas (no tenemos electricidad) vuelve en armónicas resonancias y lo paladeo, redescubriéndolo, sintiéndolo, destejiéndolo.
Y aunque mi manía de apostar por la desnudez de las voces y los gestos, me obliga a resistirme a los adornos, cierro los ojos y me veo invadido por una suerte de magia, degustando uno de esos platos llenos de colores, texturas y sabores.
Me gustó, definitivamente, me gustó y fue una clase magistral de equilibrio y mesura, una suerte de tapiz bordado a mano y lleno de colores, uno de esos tapices que te permite elegir una hebra o una parte del dibujo y dejarte llevar como si de un abandono se tratase.
Yo hubiese insistido en las sombras chinescas, como recurso porque me pareció maravillosamente breve y me quedé con ganas de entrar por la mirada dulce de Diana que prevalecía y se hacía valer a pesar de todo lo que llamaba la atención: las hermosas voces, el músico jugando el juego e implicadísimo en la puesta y un atril mostrando los libros en los que aparecen los textos que integran la obra.
Gracias, Marita, Rubén, Lili, Diana, gracias por este domingo que subrayó la certeza de que hay días en los que el azar te premia y te regala la suerte de mirar el oficio y la vida desde otro lugar que lo enriquece.  

martes, 17 de julio de 2012

DOMINGO MÁGICO EN LA PLATA

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Yo imaginaba una ciudad con vida y me fui con el tiempo suficiente para recorrerla y ver el modo en que la gente la habitaba, la animaba; porque ver el ir y venir de la gente es lo que más me atrapa de cualquier lugar,  lo que verdaderamente me seduce. La Plata me recibió vacía, fantasmal, sin ruidos, con las calles habitadas por el frío y una luz mortecina que hacía del domingo un día para sentirse abandonado, sin  el más mínimos atisbo de esperanza o de suerte.
Caminé mucho tiempo, buscaba un lugar para quedarme un rato y que un café espantara mis presagios. Nada me convidó, nada me propuso ese abrazo conque algunos sitios ajenos te reciben. Busqué la calle 10 y, al encontrarla, caminé buscando la calle 60. Habían pasado las tres de la tarde, arreciaba el frío y aparecía la gente caminando sin rumbo, muda.
Anduve algunas cuadras y llegué al local en el que contaría esa noche, estaba cerrado; me abrieron unos niños, me presenté, les pedí cobijo y la madre de estos buscó a Adriana.
La dueña me saludó, asombrada por mi puntualidad, me ofreció asiento y un café y, mientras me volvía el calor al cuerpo, escudriñé paredes buscando una señal para adivinar cómo sería la noche. Al poco, llegaban los hijos y las hijas, entonces, empezaba la vida: armaban mesas, colocaban sillas, un revoleteo de manteles coloridos y se hacía hogar  la tarde fría. A la sazón llegó Susana Lino, quien se atrevió a invitarme por una recomendación de Leonor Arditti, que, a su vez, me conoció a través de Geraldina Rayo. nos presentamos y ella se sumó al empeño de vivificar, animar, engalanar, "almar" el espacio.
Ya la tarde era certeza viva y le gente goteaba, más que puntual, buscando sitio y cobijo. Al mismo tiempo, una mesa se llenaba de alfajores, tartas, pasteles que la propia familia había preparado. Yo era parte de todo, del todo que es la Casa de Cultura y Peña La Salamanca, del desempeño de Susana Lino, de la ansiedad y de la espera.
Y todo se iba armando lentamente, como guiso de abuela, como masa de pan hecha por manos sabias. Entonces llegó Juanita Pochet, una poetisa santiaguera (insisto en lo de poetisa porque para un oficio que tiene una definición hermosa desde lo genérico, es pecado no aprovecharlo) con ella, con Juanita y con Gabriela fue la charla apurada y previa a la sesión de cuentos.
Y pasó todo, como pasa la vida: un cuento y otro y otro y suspiros, risas, temblores, aplausos y unos ojos destejiendo las sombras para conectar con los míos y fluyó la sesión, como un río, como esa brisa leve que adormece y transporta, como la sacudida  a un árbol cargado de frutas maduras. Yo sentí muchas cosas y conté con todo lo que vi  y sentí desde que mis ojos se encontraron con la verdad de un espacio auténtico.
Lo que pasó fue mágico, al menos desde mi punto de vista, pero fue de ese modo porque al amor de una invisible lumbre nos dejamos llevar y nos fuimos arropando con silencios, miradas, con palabras, con afectos y con ese puntito esencial de los humanos que es la infancia, el recuerdo, la raíz, el nido.
Como si no tuviese el alma en vilo, la Casa, nos regaló una nana "Duerme duerme negrito que tu mama está en el campo negrito...."  La cantó Milena Salamanca (hija mayor de Adriana y Luis, los dueños, el alma) con una voz que proclama verdades, que sacude el recuerdo y, en la sacudida, lo espabila y este florece como si en la ciudad callada no fuera invierno, como si La Plata jugara a ser fantasma para dejarse ver el alma cuando la tarde cae para que el sueño vuele a preñar de trinos la esperanza y la nostalgia, que a la hora del verso son una misma cosa.


Y yo me quedo sin palabras porque calor humano, cuentos y una nana hermosa en una noche fría me devuelve la paz, me arropa y me deja callado esperando el próximo encuentro con este hogar de luz, calor y abrazo.

viernes, 6 de julio de 2012

TIEMPOS, BRÙJULAS Y REENCUENTROS



 El tiempo va sin ruido a pesar del reloj que  nos apura y nos desvela. El tiempo pisa y pasa sin rostro pero dejando las ineludibles señales de su ser, sus marcas y el recuerdo, esa sustancia invisible que nos habita y nos sostiene, armando lo que somos, porque no somos más que eso: lo que fuimos y vamos remendando, zurciendo para que al final el harapo cubra y nos arrope en el miedo de caer en el olvido.
Y es que cuando parecía que todo estaba en orden, la vida no era mía; aunque si era mi vuelo, mi fuga y esa intención que nos inculcan de construir caminos propios ¿Pero hay camino propio sin los trillos de apariencia ajena que los atraviesan, sin los caminos que se cruzan  tejiendo encrucijadas?
Estoy de vuelta a la raíz, estoy reencontrándolo todo y encontrándome como cuando parecía que escribiendo un poema se salvaba el mundo.
O es que, en verdad, es ahora cuando escribo un poema en el que el recuerdo se desnuda y me desarma, permitiéndome el lujo de elegir yo mismo las piezas, de despreciar y apreciar, de tirar, de recomponer y armarme o dejar que el caprichoso destino haga los suyo; poniendo la resistencia justa para no perderme demasiado porque perderse a estas alturas es terminar "fantasmeando" en tus propios rincones.
La tentación de cambiarlo todo me agita y se proclama como las consignas que arroparon mi infancia en las que el futuro pertenecía a algo muy concreto que ahora es nada.
Mi calle, mi casa, mis ausencias, los amigos de aquellos veinte años en los que la vida era gozo y miedo, disparate y compromiso, todo  al mismo tiempo; cuando las verdades que ahora se evidencian latían porque el miedo atrapaba la voz y no podía nombrarlas.
Camino los recuerdos sin diarios, sin fotos, reinventándolo todo porque "ese" volver a vivir es poner las cosas en sus sitio y poner las cosas en su sitio es transplantar, tirar, podar, sembrar, acomodar y acomodarse.
Y yo me reacomodo las ausencias y las últimas vivencias en Santiago de Chile, en casa de Juanita, me acomodo como bebé en regazo porque afuera hace frío y porque estoy aquí como si hubiese estado antes porque canta, en mi mente, VioletaParra la canción de aquellos años en los que una canción bastaba para cambiarlo todo.
Disfruto viendo como los amigos de hoy habitan  mi casa de antaño, a los amigos nuevos haciéndome el nido en sus rincones, a los viejos amigos compartiendo su nido de ahora y me dejo llevar porque aun hay tiempo de elegir caminos aunque el tiempo sin voz, sin ruidos, sólo con su pisada, intente hacer creer todo lo contrario.
Estoy mirando al sur ¿Habré perdido el norte?

lunes, 11 de junio de 2012

CICLOS, ETAPAS, RACHAS,TEMPORADAS...

Siempre que tengo que marchar de algún sitio de esos que me regala el destino, el azar o el privilegio de este oficio me pregunto si empieza o acaba, me pregunto si es una etapa, un ciclo, una temporada, una racha.
Sé que es un tramo, un trozo del camino, pero intentando equilibrar significados y contextos, me hago un lío y sucumbo al delirio de lo apocalíptico, ese delirio casi endémico del caribe que traduce en boleros y habaneras (al menos en mi tierra).
Hoy me marcho de México a Buenos Aires, en un viaje que el boleto dibuja interminable, y marcho como dejando a medias algo que regaló la existencia a esta suerte de paria que  me va definiendo la vida de este último año.
Es cierto que "el sur también existe", pero yo tengo ganas de nidos y de abrazos, de casa, de consuelo, de café y de domingo con alma de domingo y eso me han dado México y su gente, la gente que rondó mi vida en este último mes de sueños, de aprender que lo imposible no es el sueño, lo complicado es elegir el camino, la compañía y el modo de hacerlo florecer o germinar (es tan grande el germen como la flor, o al menos eso creo)
He reasumido muchas cosas, incluso la soledad dichosa que me permite el vuelo, he visto la raíz y el ala, he aprendido a dejarme querer sin miedo a no entregar nada a cambio y eso es un modo de ejercer la generosidad.
¿Alguien se atreve a decirme que esto no es un bolero al que le faltan violines y guitarras, un traguito de ron y una mirada que le dé sentido y verdad?
Ahí os lo dejo porque no sé, si un ciclo cierra o una etapa comienza, no sé si una racha me atraviesa y me consuela o  si una dulce temporada de ilusiones y de ganas, me sostiene.
Sea lo que sea lo voy tomando a sorbos para que alivie la sed y no me embriague.

domingo, 10 de junio de 2012

Otro pedacito del cuento


y cuando la oscuridad de la noche sin luna coronó sus cabezas y se tragó de un bocado a los cuatro horizontes del pueblo, se hizo el silencio y con el silencio el mar cantó una canción cargada de nostalgia: sentir las olas sin verlas es una ceremonia triste. Y fue tan honda la tristeza que asumieron que el mar que los había traído en busca de esperanzas sólo le devolvía el dolor del abandono, del desarraigo, de la fuga y decidieron, unánimemente, darle la espalda al mar.

En cuanto clareó el día sus azules, de una, todos levantaron sus casuchas apenas ancladas en la tierra y como en una danza giraron sus portales tierra adentro y las primeras casas de mi pueblo dieron, definitivamente, la espalda al mar y a su cantinela. Fue Meneses el único pueblo en la historia del mundo que se negó a contemplar la belleza del mar.
Acostumbrado a ser centro de todas las miradas el mar no comprendió que aquel pueblucho insignificante se negara a admirar su grandeza. Y fue tanta su ira que decidió arrancarlo, hundirlo, tragárselo con todas sus casas, sus gentes y sus sueños.
Vino a traición, de noche, vino subiendo, creciendo silencioso, pero furioso, iracundo, ciego. Vino mientras la gente dormía a piernas sueltas porque la gente honesta no tiene pesadillas que le asusten o le aligeren el sueño. Era una mole oscura la que se tendía sobre Meneses para devastarlo cuando en el alma del mar canto la pena y decidió arrancar a mi pueblo de sus raíces chicas y llevarlo tierra adentro.

Para que no sea tan largo el abandono..


Mi pueblo, Meneses, nació por azar, ese azar antiquísimo gracias al cual se fundan los lugares que luego habitaremos hombres y mujeres. Gente de cualquier parte fue llegando a aquel trocito de tierra caribeña quién sabe de que parte del mundo y allí fueron plantando sus casuchas de pobres y sus esperanzas.
Cuando el pueblo recién nacido a la orilla del mar tuvo calles y un parque y sus habitantes gritaron con su acento sus nombres propios al viento del Caribe, decidieron juntarse y celebrar que un pueblo nuevo le había nacido al mundo y a la orilla del mar cantaron y bailaron sus cantos y sus bailes viejos y comieron y bebieron y se contaron las vidas como las habían vivido o como quisieron vivirla porque al fin al cabo uno puede fiarse poco del recuerdo. (...)

Un trocito del cuento que tanto he contado y que ahora, por fin, escribo

sábado, 2 de junio de 2012

OFICIO Y MAR

Hace unos años, en Candás, Asturias, hablaba del mar del mar y del oficio de cuentero en un encuentro de poetas; "Mar adentro"
Allí conté y dije algunas palabras sobre este oficio de cuentero, de esas palabras encontré estos apuntes en esta mañana sin mar y como la nostalgia sublima el pasado, me parecieron lindas y aquí os las dejo:

 Al nombrar el oficio fue que acudieron a mi dos palabras claves del mar y de mi profesión: AFECTO y MEMORIA. Todos guardamos una primera vez frente al azul que nos posee y, en el interior, una frase  que no pronunciamos con la misma certeza con que la pronuncia un personaje de “El libro de los abrazos”- ¡Ayúdame a mirar!
Y es que el mar es la vida con sus cantos, sus olas, su vaivén, su maravilla.
El mar llevó a mi isla la suerte de lo divino y de lo humano., gracias a la mar, lo cubano se fraguó mestizo con los recuerdos que a golpe de MEMORIA, AFECTOS Y PALABRAS defendieron del olvido los que, con mayor o menor fortuna, llegaron a la isla más grande del Caribe, esa que de tan linda tendríamos que llevar a pasear por el mundo a golpe de remos- parafraseando a Onelio Jorge Cardoso.
La profesión o el oficio del cuentero son como el mar, el público es la playa, siempre abierta y siempre distinta, siempre esperando el golpe del oleaje en el que se mezclan cuentero y cuento, que, amalgamados, se hacen una fuerza única para seducir e invadir la playa y su entorno en un acto que no renuncia, por su apariencia  y esencia cotidianas, a la maravilla de lo efímero.
Cada palabra llega con la cadencia de la ola y lame, acaricia o golpea y se queda palpitando mientras que el público vibra, calla, aprueba o rechaza. Es el mismo juego; el del cuentero, el del mar.
Desde siempre así ha sido, un balanceo arrullador que nunca cesa y que resuena, hasta el infinito, en sus propios ecos.
La memoria es un mar definitivo e inmenso que nos lleva y nos trae, a veces barco, a veces ola, a veces náufrago, a veces pájaro que lo sobrevuela y que. en su danza de viento, también lo habita, le imprime carácter pero siempre, seamos lo que seamos, constituimos un pedazo indiscutible y esencia de ese universo que poblamos, habitamos y nos define…

Y como postre esta hermosa canción en la voz de Ana Díaz, un mar de potente y dulce voz recién llegado a mi playa: DE OLA EN OJO

domingo, 27 de mayo de 2012

LA CASA DE LA "MESÓN"


Nunca es tarde si la dicha insiste en perdurar latiendo, como nueva, como recién llegada. Lo cierto es que a veces me dejo arrastrar por ánimos y prisas y el tiempo me acorrala.
Abril pasó de golpe y mayo me atrapa con la prisa de su fuga. Se me fueron sin permiso las palabras que juntaba para una de mis casas, la Casa de la "Mesón", como la bautizó esa cuentera de raza que es Carolina Rueda y como ella, más que mujer de palabras, es la palabra misma, me robo el epíteto y este sábado del DF, en México, después de saber que el río que atravesó a mi pueblo no se llevó lo más importante y de mirar la apretada foto de la noche de cierre del Festival de la Maison de L`Amérique Latine, alias Casa de la Mesón, en Estraburgo, me desato y viajo unos días atrás como si el tiempo no hubiese pasado.
Yo estuve por intruso, por gorrón, por majadero, porque la Casa es mi casa y a mi casa yo vuelvo cuando quiero. Volví porque me consienten y malcrían para asistir, por la cara, a uno de los Festivales más lindos, jugosos, auténticos y entrañables de todos a los que he asistido y que ya son algunos.
La verdad, la auténtica verdad, la sustenta este espacio genuino que es la Casa de la Mesón, una suerte de aljibe de aguas claras, donde el desarraigo acude a beber agua fresquita o un cafecito, a guiatarrear, a cantar, a charlar, a chismosear, así como se hace en Latinoamérica en cualquier casa de vecino y es que la Casa, insisto, es un proyecto de casa multicultural donde no faltan compromisos y afectos.
          - ALGUIEN PREGONA TAMALES DE OAXACA Y SE ME VA LA OLLA-
                     Sacudo el gordo que me habita y me vuelvo a Estrasbugo.
Todos son responsables porque todos lo dan todo, pero los culpables, lo que se dice culpable, son Ligia Vasquez y José Manuel Garzón (Garzoncillo) a quien por culpa de Ryaner se echó en falta esta vez.
Y es que De bouche á oreille et de boca en boca es un Festival para el oficio y digo oficio, no profesión, porque lo que sustenta este encuentro es que los cuenteros y cuenteras, más allá de sus habilidades y sus dones, sus logros y sus artes, sean capaces de hacer vínculos y lazos de auténticos afectos porque una casa sin la familia unida es una ruina y más esta casa que tiene por propósito recibir, abrazar, arropar (quería decir acoger, pero se presta a confusiones el término y la mala fama me precede)
                 - AHORA NO VENDEN, COMPRAN CUALQUIER COSA VIEJA DE FIERRO-
Aprovecho el lapsus del pregón para dejar divagaciones e ir a lo que iba, a lo que voy.
Por lo general, además de los mimos y atenciones, consolida este Festival, el elenco, casi siempre atinado y que esta vez fue un lujo:
Ana Griott, leonesa que se mueve con habilidad en el mundo de los cuentos populares para contarlos con la palabra precisa, sin alharacas ni oropeles, llevándonos  por caminos antiguos, propios o ajenos, con las necesarias claridades para este tiempo de ahora que enceguece o deslumbra.
Carolina Rueda, colombiana de esencia y raza, palabrera incontinente que sabe como nadie el valor del silencio, la cadencia del texto y que escucharla, verla es siempre (para mí) una clase magistral.
Mercedes Alfonso, una cubana a la que el desarraigo le hundió, aunque parezca absurdo, la raíz en lo más auténtico de sí misma. Juega, sin despintarse, con todos los imaginarios que la pueblan y se le puede llegar al alma siguiendo, confiado, la humedad y la luz que desprenden sus ojos.
Félix Albo, mediterráneo, juguetón, simpático, entrañable que  te zarandea como quien juega a nada para asestarte, con estocada magistral, un golpe el la ternura.
Rubén Martínez, venezolano que desenmaraña la difícil brevedad de sus textos con la maña del músico que hace maravillas con los garabatos de una partitura. Preciso, certero, cercano, único.
Jean-Michel Hernandez, francés hombre de escena que hace del oficio un telar invisible, mientras borda con su voz de mil acentos familiares los paisajes y la gente del Mediterráneo que lo define y lo habita.
Yoshi Hioki, japonés genuino, que no cuenta, dibuja con la pincelada justa sus historias. Las dobla, las desdobla como en el arte del origami, sin dejarnos ver los pliegues de su obra. Gestualidad limpia Un perfecto equilibro de modernidad y tradición.
Y como complemento, como regalo, Ángel del Pilar Colín y Victor Arjona, mexicanos que se acercaron a colorear la fiesta. Ella, manantial; él, río (ya lo dije hace casi un año cuando les conocí en Barquisimeto)  y con quienes tuve la suerte de despertar orejas una tarde maravillosa, en parque hermoso con la ayuda de Daniel que nos sirvió de intérprete y como una iniciativa nueva y muy loable de abrir el Festival a esta ciudad de cuentos.
Si algo resalto siempre de este "GRAN FESTIVAL DE PEQUEÑO FORMATO", es la lealtad y la generosidad del público, la magia que genera contar a tanta gente diversa, diferente y con el hambre común de la palabra que desdibuja ausencias y te lleva a la casa, a cada casa primera que en el recuerdo de todos viene a alumbrar esta Casa común de puerta inmensa.
Un privilegio, una suerte, un regalo y sobre todo el consuelo de que a estas alturas ya sabemos que desde el ocho de abril del próximo año, la Casa de la Mesón, mi casa, la CASA, será otra vez la de los cuentos y si te atreves a cruzar el umbral, será también tuya, definitivamente.

jueves, 24 de mayo de 2012

CALCETINES Y CUENTOS: OFICIO DE TEJEDORES


Oaxaca es un lugar de cuentos, y no precisamente por sus calles, ni por sus colores, no lo es, siquiera, por toda la apariencia mágica que envuelve a quien llega por primera vez jugando a deslumbrarse.
Es cuento porque su gente se presta al juego afectivo de la escucha que propone el cuentero, los cuenteros.
Cuentos grandes para calcetines pequeños, así se llama este Festival que es fiesta y es escuela. Este encuentro de cuenta cuantos que aplaca a la tierra y sus temblores para hacer sitio al temblor fecundo de las almas.
Oaxaca se hace una oreja gigante porque ya es, de antemano, corazón para dejar que fluya la palabra y tejerla con la habilidad de quien maneja desde antaño los telares o molerla, como muelen al maíz para sacar su esencia, al tiempo en que la voz que cuenta, la desgrana.
Y es lindo ver (porque sentir el cuento es verlo) como la palabra se dibuja semilla y como cada semilla toma su camino y se adentra en la tierra, se dispersa en el viento, se apodera de la gente y de sus almas y otras veces queda aferrada a la nada, porque hay palabras con vocación fuga.
Y la calenda va pintando de carnaval la calle y se arremolinan el propio y el extraño para saber que es la hora de la escucha, el momento del cuento, del verso, de la palabra viva.
Y la calenda abre las compuertas al río que fluirá fecundo para inundar la ciudad y preñarla de afectos, de risas, de suspiros, de asombros.
Una semana intensa que ya arrastra el cansancio del los organizadores que resisten, en pie, para cuidarnos, mientras que la ciudad y su gente se muestran enteros a la sorpresa del que acude por primera vez, como es mi caso, para embrujarte y arroparte, recibirte y abrazarte, en la misma medida en que te abrasa  el calor de la tierra.
Contar es un oficio que roza el privilegio, pero contar en Oaxaca; en este Festival joven pero de clarísima esencia y verdadera vocación para tejer caminos perdurables a las palabras y a los palabreros, es rizar el rizo porque no sólo descubres el acierto que supone haber elegido este camino, sino que refuerzas la idea de que esta profesión es patrimonio de la gente que anda a pie de calle y que te mira a los ojos y se desnuda el alma en su mirada; mientras te arropa y te mima porque percibe que el cuentero está solo, con sus ganas y sus miedos, pero con la necesidad imperiosa de que alguien, con hambre de afectos, le mire a los ojos y se deje llevar a ningún sitio o a cualquier parte, real o maravillosa, para fundar y tejer esos lazos que trenzan los amigos viejos.
Quizás no importe el tamaño de los calcetines, ni el de los cuentos, pero esta clara la honda y purísima vocación de quienes hacen posible este encuentro y de la gente que se presta a la dulce magia de hacer perdurar las palabras por mucho que se empeñe el viento en llevarlas consigo para cantarlas quien sabe en qué parajes solitarios.
Oaxaca es un lugar de cuentos porque su gente se presta a combatir con sus miradas y su escucha a la triste cantinela del olvido, mientras juega a caminar desde su imaginario las imágenes conque otros desvelamos las verdades que nos sostienen, nos definen, nos liberan y que, otras veces, nos atan, nos atrapan o nos lanzan convocar los sueños y a censurar las soledades.

CANCIONES PRESTADAS PARA UN POEMA SIN NOMBRE




y la puerta esta comida
donde la ha golpeado el mundo...

S.R

Patadas, golpes, gritos
y se aferra la puerta clausurándolo todo
Se ha cerrado a la luz
la calle en la que habito
la calle que no es calle
y no es camino

Yo entro y salgo
por la rendija
a gatas
como el niño que fui o el que soy
porque ya nada importa

Y la puerta es un muro
y el musgo es la memoria
y la luz es el brillo
y el brillo es la mentira
el oropel que envuelve
la carencia de sueños

Teje mi hermana
araña
el tiempo interminable de su aburrimiento
de su cansancio
de su soledad
su decisión de envejecer tras la puerta
mirando al mundo girar
sobre el mismo eje en que mi madre gira
para llenar los platos
y vaciarlos
limpiarlos
llenarlos
vaciarlos
limpiarlos
en un ritual absurdo de aromas viejos.

Comida está la puerta
roída y vieja
se resiste a caer
y el alma enceguece
y el alma se apaga
y el alma solo es alma en el abrazo
en la mirada
en las voces que entran
en busca de consuelo


ni calle,
ni camino
allí queda la puerta carcomida
y yo vuelvo a escaparme
pero esta vez
me alcanzó la pedrada

martes, 22 de mayo de 2012

LA NADA COMO OFICIO




Dónde quedó el silencio
dónde el río
el olor del café
el chisporroteo del ajo al mediodía
Dónde quedó la luna
y a qué lugar escaparon los cocuyos

letargo
letanía
nada

y la nada lo envuelve
y todo es nada
"nadean"
y me arrastro anfibio al borde
sin hundirme
sin huir
contemplando la nada desde un lugar antiguo
donde me reconozco
"nadeando" pero con la mirada limpia
y algún sueño
la esperanza remota de ser
entre tanto horizonte sin cielo

nada
letargo
letanía

Se ha secado el río
donde lavé la risa
donde guardé mi llanto de ser sin ser
como jugando a nada
porque la nada era un juguete
y se dejaba pintar
por las azules musarañas del sueño
por las absurdas luces que alumbran la esperanza
y la espera

letanía
letargo
nada

Todo tenía sentido
el ajo y aceite aromando al mediodía
el río que fue calle
el café recibiendo al vecino
la luna anunciando quien sabe que presagios
y el cocuyo pretexto para encender la noche

Y aquello entonces era nada
y era la nada una pequeña cosa
no era el todo
ese todo que asfixia
te atrapa
te posee
te arrastra
te desdibuja
y es todo ahora
y ahora todo
es un letargo
es letanía
es nada

HABANA, 10 DE MAYO, PRIMERAS IMPRESIONES


Amanece en La Habana
canta el ruido la canción cotidiana
y un coro de pájaros sin nombre
se suma al desafío que propone la luz
Amanece y yo juego las reglas del olvido
la sensación de ausencia que dibuja la espera.

Y no es la ausencia un nombre
es un abrazo
una mirada
un gesto
el hueco que dibuja
la voz que nada dice
aunque resuena limpia
en la cueva memoria donde el pasado duerme.

Amanece en La Habana
Es primavera
Yo tengo una extraña sensación de fuga
de frío
de no ser
ni si quiera quien intenta decir
para aplacar la soledad
el grito
la nadería gris que borda en su puntada la ausencia...
Ausencia
Ausencia
Ausencia es la palabra
aunque sea mayo primavera
aunque cante La Habana
el despertar del día.


domingo, 25 de marzo de 2012

POEMA SIN NOMBRE

Cuando el jilguero no puede cantar.
Cuando el poeta es un peregrino,
cuando de nada nos sirve rezar.
"Caminante no hay camino,
se hace camino al andar..."

Antonio Machado


¿Qué es lo definitivo si la vida es ala?
¿Qué es lo eterno si la vida es fuga?

Hay que aprender del pájaro que emigra
y vuelve
y va
y sigue partiendo
para regresar siempre
por el trillado camino
que nadie percibe
propio
secreto
como un ritual antiguo.

Hay que aprender del río
que viaja sin saberlo
intuyendo
como quien va a la nada
y se lleva en su cauce al manantial
a la lluvia
a la nube
y es luego un horizonte salado
que deslumbra y convoca.

La raíz del humano está en la entraña
en el alma
en el recuerdo
en el afecto río
que orada su existencia
y la dibuja
en la esperanza pájaro
que en la esencia palpita
en el camino invisible
que trazara la vida ancestral que nos sostiene
y nos nutre
que nos lanza al abismo
como a los pájaros
como a los ríos
para fundar caminos y horizontes.

¡Casa!


Para Jesús Mora y Carmela Fischer

La casa estaba en mí
yo soy la casa
anoche, en sueños, la he barrido
la pinté de colores
y planté un girasol en una lata vieja
que rellené con tierra del patio
donde jugué a ser niño

Y mi casa pequeña tenía un portal inmenso
mil ventanas
una cocina grande en la que me perdía
y la gente pasaba para quedarse
para pegarse a las cuatro paredes de mi alma
como se agarra el musgo a las entrañas

El sol venía a consolar mi llanto
para que dibujara con su luz
un arcoíris con mi lágrima
y la lluvia cantaba
mojando el patio que olía a toronjil
a mejorana
a gardenia
y a miel
a caña santa

Sólo estirar el brazo y todo estaba
los amigos
las fugas
los amores
el mar
una montaña
el miedo
una llanura seca
y un olivo
la mata de mangos
el olvido
el limonero viejo
y un cafeto


Y yo barría
barría
barría con fuerza
y nada se despegaba del suelo
del camino
Me estremecía el canto de la escoba
su arrullo al peinar la tierra en que he crecido
como una madre vieja que te aplaca el pelo revoltoso
con un juego de saliva y caricias
y las hojas se desprendían cantando
y quedaban colgadas de la nada
como queriendo eternizar su vuelo
ese sueño imposible de ser aves

Y entonces me despierto
con un recuerdo vago y a penas luminoso
algunos nombres propios
y mil rostros
todos mi viajes
todas mi casas
las frases de un libro corregidas en rojo
y corro a sacudir la música que se quedó callada
cuando apagué la noche
mientras, pongo el café
para anunciar que, aunque es tarde, amanezco
que la casa está en mí
que soy la casa
que lo supe recién
cuando me he abierto al mundo
para que el mundo entrara, definitivamente

sábado, 24 de marzo de 2012

Y porque el campo huele a primavera...


Siempre que algo florece, retoña o germina es primavera. Y si revientan de gozo los afectos; en el alma es primavera y es privilegio, aunque ninguno de los significados que da la RAE a esta palabra recoja la calidez, el privilegio como el ejercicio y la suerte de percibir que la generosidad y el buen hacer florecen, aún en los sitios más secos, en los tiempos donde el silencio horada carcomiendo casi todo.
Y viene a mi cabeza esta mañana ventosa y de luces extrañas Antonio Machado, su poema "A un olmo seco":

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.


Y no es abril, lo sé y sé que las lluvias no llegan como necesita la tierra que quiere reventar y sé, también, que no soy árbol, o si lo soy, porque esta manía de insistir en la raíz, de florecer y marchitar, de perder las hojas con los vientos del alma, es algo más que una metáfora; es una verdad que me ronda y es certeza en esas veces que tengo el privilegio de vivir la vida que vivo y compartirla con los que llegan y se quedan, con los que pasan de largo, con los que acuden sin saber que anidar no quiere decir eternizarse.
Y todo ello me asalta desde esta madrugada cuando pude suspirar sin miedo a escaparme, a deshacerme en el gesto. Ayer fue un viernes redondo, lo decía en el facebook, que es como ventana de barrio y que, a pesar de la frialdad, permite gritar a los amigos, estén donde estén, cómo se pinta el día o si te tiembla el alma o si esta solo o gris o luminoso.
Ayer presentamos "Recuerdos de mi única casa", un libro, una plaquette que tuvo vocación de modestia desde que nació en una habitación de La Habana. No tengo palabras, al menos no tengo las precisas para decir lo que pasó, lo que sentí, la sacudida que supuso y el compromiso que me genera.
Sólo hay una: GRACIAS. Porque ha sido de las veces que sentí el privilegio de ser de cualquier parte, el lujo de tener los amigos que tengo y el lujo del oficio que me nutre y me asusta y me libera y me ata.
Gracias a Jesús Mora que tejió magistralmente su niñez con la mía y supo dibujarse hermano de sueños y de afectos.
Gracias a Carmela Fischer Díaz que es el equilibrio perfecto de profesión, oficio, emoción, ternura.
Gracias a Carlos Cano Escribá, hermano definitivo que ilumina mis palabras más dulces y me arropa con los suyos (las suyas) como la familia definitiva que espera sentada en el portal de mi única casa, donde ya empieza a poner traspiés la ausencia; a Hernán Milla, humano irrepetible que musica mis versos y los libera del corsé de la rima; a Betriz Jiménez, amiga, nido, arrullo, campana que en su canto lanza al vuelo mis palabras; a Silvia Fernández, cubanísima y nueva en mis afectos, pero honda como la más auténtica de mis raíces, a Juan Antonio Cañizares, que llegó para poner acento a los amigos que ya tejían conmigo esta locura de inventar castillos y luces.
Y gracias a Paqui Trapero, esencia; a Paloma Mayordomo, empeño y a Vicente Montiel, honestidad y a Carmen Estrada, fuerza y gracias a tí que no leerás estas divagaciones de un sábado en que espero a los amigos para jugar a las casas, y tí que las lees porque aunque no está tu nombre, aunque no lo diga, estás tan presente como estuvieron tus ojos y tus oidos para arroparme ayer en este viaje corto pero intenso al recuerdo más mío, a la verdad honda y definitiva de mi única casa, de esa casa de la que ya sois parte ineludible y definitiva.

Es título corresponde a un verso de Mario Benedetti

sábado, 17 de marzo de 2012

No hay sábado sin sol...

Hay rachas en que todo es fuga, irremediable huida, y aunque tengas la certeza de estar, no eres más que un suspiro mínimo que se queda en la raíz del grito.
No hay sábado sin sol, dice el refrán y asisto al juego de luz y nubes caprichosas que adornan esta mañana el cielo de mi patio donde se posa, con lentitud, la primavera.
Yo tengo ganas de cantarme un bolero, de jugar a ser algo más que esta melancolía que se ha hecho amante de mis días y me estruja y me lleva y me trae.
Es que parezco triste y no estoy triste y es que parezco solo y no estoy solo, lo que parece fin es una puerta y la puerta es camino y el camino es raíz y la raíz es ala y el ala es fuga y aunque parece fin, la fuga es una puerta, un camino, horizonte...
Así hasta el infinito, como un ir hasta el recuerdo y desandarlo para inventarlo al modo que me exige este sábado con nubes y con sol y con el campo que, a pesar de la sequía, huele a primavera y por eso cantamos, como dijo el poeta.
E insisto, no estoy triste ni solo, estoy feliz de que por fin sean certeza los "Recuerdos de mi única casa", un libro breve pero mío, que nació en una habitación de La Habana, una noche en la que un telegrama urgente anunciaba la muerte de un adolescente de mi calle y tuve, entonces, la convicción de que la vida es fuga y hay que contarla para que quede viva, para que perdure porque la verdadera historia es la de andar por casa, la que lleva las acotaciones de quien la comparte contigo día a día, en ese juego de absurdas ataduras que se llama cotidianidad.
"Recuerdos de mi única casa", recoge todas la fugas que ahora son memoria y ha sido tan leal que permaneció callado desde 1998 hasta hace poco y ahora reivindica las piedras de mi calle, los viejos de mi barrio, el río que impulsó mis sueños y nutrió mi infancia por que "no hay pueblo mejor que otro, para nacer y para vivir la infancia, cualquier lugar es bueno"...

(yo que me creía narcisista y egocéntrico, ahora descubro lo difícil que es escribir de uno mismo)

En fin, que no estoy triste, pero sí melancólico porque llevo unos meses removiendo recuerdos recientes y viejos, todos al tiempo por eso insisto en que hay rachas en que todo es fuga y la fuga define el desorden de estas palabras empeñadas en hacer que esta mañana de sábado no pase de largo porque no hay sábado sin sol, a pesar de que las nubes quieran apoderarse del cielo..

viernes, 9 de marzo de 2012

DE ACUMULACIONES Y APEGOS...

Hubo un tiempo en el que anduve errante, fueron testigos los barrios y las calles de La Habana.
Un hombre o un muchacho, un guajirito de Meneses (YO) iba con cuatro cosas, mi máquina de escribir sin "Ñ", un amor y mil sueños; del Cerro al Barrio Obrero, de San Matías a Playa, del Vedado a la Víbora, con escala en Meneses cada verano, para saber que tenía una única casa, un sitio al que volver, siempre que hiciera falta.
Tenía tantos sueños y éramos tan libres para gritar al mundo amores y desamores recién estrenados e impuros (como son los buenos amores) que apenas nos paramos a pensar en el privilegio de vivir aquellos años a fuerza de canción y poesía, de deseos sin nombre, de alcohol barato y envenenado, de tirarnos las tardes acomodando al mundo a nuestra medida, a la medida de nuestras alas.
De aquello quedan versos, amigos desperdigados por el mundo y el consuelo de que "cualquier tiempo pasado fue mejor"
Y todo esto se agolpa en mi cabeza mientras escucho al Trío Cervantes, que interpreta a Lecuona y a Cervantes y meto en cajas lo que puedo meter de estos años de ahora, en que además de apegos, acumulé mil cosas para poblar mi casa e imprimirle carácter, o creerme, al menos, que este era el rincón definitivo.
Y a medida que las cajas se llenan y la música suena con aroma de nostalgia, sobrevuelan los apegos, las auténticas razones: el amor que se fue, los amigos que están, los recuerdos de un trocito de vida, construida a golpe de cuentos, afectos y palabras, de viajes, de ganas, de raíz arrancada y alas nuevas.
¡Cuántas dudas plantan su mala cara a las certezas!
El tiempo sedentario agoniza y la vida nómada se pone los zapatos de ser libre. Esperaran las cajas mi regreso y los amigos de verdad tendrán el café y la oreja a punto porque volveré como llegué antaño: casi desnudo, con ilusiones, miedos, certidumbres; porque un hombre de pueblo, un guajiro, necesita del horizonte para ser, para sentirse.
Y ya me lo advirtió mi amada Carolina Rueda porque alguien se lo advirtió a ella algún día: si se te acaba la ilusión de nada vale este oficio.
Pues eso, sencillamente, eso, que como la ilusión está algo herida, guardo las cosas que caben en las cajas y empaco los afectos,los apegos del alma para que estén conmigo y sostengan mis pasos, ahora que empiezo a conquistar caminos o,al menos, a intentarlo.

jueves, 8 de marzo de 2012

AROMA DE NOSTALGIA...

Hay días que se plantan con las manos en la cintura y gesto retador para decirte sin palabras que el tiempo se acaba, que hay que darle una patada a los silencios y al come-come que te desvela sin motivo aparente.
Nunca tuve que desarmar mi vida hasta esta vez porque siempre tuve un único lugar para el regreso, una única casa a la que volver y encontrar los olores de siempre, quizás por eso las sábanas me olían a infancia y a ternura, a jabón amarillo y a mi calle cuando, esta tarde, volviendo de la nada, las salvaba del frío conque la noche las "desangela", las deja huérfanas de afectos.
Y entonces tuve ganas de encontrarme y aquí estoy, palabreando a ciegas, como bordando sin luz, como desvariando; con la música del aceite chisporroteando en la cocina, como chisporroteaba la manteca los sábados aquellos en Meneses, cuando mi madre, después de doblar la ropa limpia, se empeñaba en que fueran distintas, por sus sabores, las tardes de sábado, pasara lo que pasara...
Nada, que la luna esta baja y se dibuja enorme en un cielo al que, desde este rincón, no tengo acceso y yo que soy lunático dejo a un lado las cajas que esperan para llenarse de cosas que acumulé estos años para cantar con mis palabras viejas al sabor y a olor del recuerdo en que sostengo estas alas que ahora mismo no sé a dónde me lleven...

domingo, 12 de febrero de 2012

"PRIVIGELIAO", COMO DECÍA MI ABUELA

Hace tiempo, más de una mes, que me tenía olvidado a mi mismo, a este rinconcito en el que, a veces, me dejo ver, me permito existir y repetirme y es que ando de un trascendente y un nostálgico que…
Pero como no hay sábado sin sol, ni domingo sin amor, recuerdo el sol de ayer (a pesar del frío) y escribo algo sobre la noche-presagio de este domingo de ansiedades dulces.
Estoy eufórico, no enamorado; estoy orgulloso y especialmente sensible y con la voz de mi abuela materna repitiéndome- ¡Eres un “privigeliao”!. Y es que tenía razón cuando me decía esa palabra que, en su evidente error fonético, me hace pensar hoy en los privilegios más cotidianos de mi vida: la amistad.
Ayer conté en Madrid, en la Casa de América, me encantó –como diría el irrepetible narrador y amigo argentino Claudio Ferraro- Pero eso es un poco lo de siempre es lo que pasó a mi regreso.
Llevaba semanas con la entrada esperándome en la mesa y con la insistencia de Bea y sus nervios: Lo cerca que estaba del cielo, el musical, se presentaba en Ciudad Real.
Y como soy de pueblo, de Meneses, recordé mis días de estudiante en La Habana y me compré calcetines y un pantalón, planché la camisa con vocación de ama de casa, limpié las botas y desempolvé el abrigo de los grandes acontecimientos porque ir a un espectáculo teatral es siempre un gran acontecimiento.
A las ocho y cinco minutos de la noche llegué al Quijano y ya había un gentío esperando (¡Qué buenos que te apoyen en tu tierra) busqué a Antonia para que me ubicara porque Cristina ( la superprima) se había quedado con mi sitio VIP porque era mejor para hacer las fotos. Deambulé saludando hasta que Marga y José me adoptaron (me sentía huérfano y perdido; tan guapo y tan solo en aquella multitud)
Y ahora viene lo importante: las luces y ese subidón que, desde la primera vez, me provoca el comienzo de una función…
No puedo ser objetivo porque Miguel Ángel Maroto forma parte de mis privilegios y porque actuó Bea que es un trozo auténtico de esta corta raíz que tengo en La Mancha.
Más allá del genio y la genialidad de Maroto, de la que ya tenía muestras suficientes y en primera persona, me dejé llevar por la emoción, por el privilegio tener un amigo de esos que fundan y crean y se liberan liberando al mundo.
La subjetividad me puede, al afecto me recrimina cualquier desliz crítico, pesar de que el sonido no era bueno, de que hay muchas cosas superables, a pesar de que habrá críticos con experiencia, formación y mala leche suficientes para encontrar defectos ante la virtud que se hace manifiesta enseguida que el espectáculo empieza.
¿Cuántos sabíamos que casi la totalidad del elenco son alumnos y alumnas del propio Maroto, adolescentes de esos “buenosparanada”? ¿Alguien intuye lo que cuesta poner autenticidad en un escenario cualquiera en estos tiempos de prisas y más recientemente de recortes?
Yo disfruté mucho descubriendo las cosas que sé, encontrando la voz de Maroto en cada coletilla, en cada giro, asumiendo su talento y convenciéndome de que es mucho más que esa estela incandescente que deja a su paso: Maroto es un Maestro y no de esos que perciben en la palabra el simple valor de la pedantería; Maroto es de esos maestros que yo hubiese querido en mi adolescencia para que me animara a comerme el mundo con todos mis complejos y es que, su musical, no es sólo una obra artística, es un ejercicio pedagógico impresionante, una “descomunal” propuesta de Educación por el Arte y, ante eso, me quito el sombrero y me echo a sus brazos orgulloso porque “quién dijo que todo esta perdido”
No puedo ser objetivo, no puedo ser crítico; sólo soy un “privigeliao”, a ratos pedante,y que no me perdonaría, por no olvidarlo (parafraseando a Noel Nicola) que mi amiga, Beatriz Jiménez Alambra, canto como los ángeles y me sorprendió, gratamente, en su faceta de actriz.
¿Valían o no la pena un pantalón y unos calcetines nuevos? ¿Es natural que tenga el soniquete de mi abuela repitiendo su acertada palabra maldicha?
Lo cerca que estaba del cielo es más que un musical, es una bofetada a todos los que no creen en el hombre y en la capacidad que tiene de fundar y hacer realidad sus sueños por muy lejos que el cielo nos parezca.

sábado, 7 de enero de 2012

ESTA VEZ PASARON DE LARGO LOS REYES MAGOS...



La última vez que puse hierba y agua a los camellos fue a los cinco años. No recuerdo quien escribió la carta, aunque seguro lo hizo con mala ortografía, porque Gaspar, Melchor y Baltazar se aparecieron con un camión de volteo y unos bolos plásticos.
Me alegré, a los cinco años la alegría le llega a uno por cualquier cosa, pero viví convencido de que algo faltó por poner encima del sofá. Lo pusieron allí por miedo a que si llovía, la creciente llevara consigo tantas cosas lindas.
A estas alturas, y despierto, ha llegado a mi oído una música rara. Miré hacia atrás y a la entrada de mi pueblo estaban apostados Gaspar, Melchor y Baltazar, que esperaban por mí desde el día en que me fui de mi casa con sólo doce años.
Los llamé y vinieron hasta el sitio prestado donde vivo, les invité a tomar sambumbia, que supo igualito a la de Nana. Luego del descanso se marcharon los tres sin decir nada, dejaron este rincón repleto de recuerdos y palabras.
Supe al fin la verdadera razón de aquel presentimiento, algo faltó, no estuve equivocado. Aquella vez de mis cinco años, además de los juguetes y el beso de mis padres, pedí a los Reyes Magos una buena memoria y la ocasión para escribir los recuerdos más lindos de mi infancia.


Y EN ESO ANDO, ARRIMANDO PALABRAS PARA CONTAR LAS COSAS QUE ME SOSTIENEN LA RAÍZ Y LOS SUEÑOS