viernes, 30 de septiembre de 2011

ALGO SOBRE MI, ESCRITO POR JESÚS LOZADA

Las mieles secretas. Aldo Méndez. Cuba o sería mejor decir Meneses, Sancti Spíritus.




Al narrador lo conocemos hace años, mucho antes de que se fuera a vivir y a trabajar a España, en medio de la meseta de Castilla ―La Mancha, de cuyo nombre me acuerdo, bien que lo hago. Una comida al borde del camino, judías con perdices, o unas tapas en Chinchilla, la de la triste cárcel ya difunta. Lo conozco, claro está que al artista, mucho antes de que adquiriera ese acento entreverado en el que el decir cubano se viste de ces, ses y zetas y las cosas adquieren nombres peninsulares. Ya era entonces un gran narrador, hábil en el arte de mover los cuerpos y de hacer danzar a los rígidos adultos cual niños; diestro en su palabra poética, con una gran dosis de humor y desparpajo, de ingenio. Ya lo era, antes de la castañuela y los toros.

Contó la historia de su pueblo, de su familia, la de sus orígenes. Y ya se sabe que esto es difícil. Podría haber apelado al choteo o la solemnidad, al melodrama o al culebrón lacrimoso, o incluso hasta a la pública o velada sátira política, tan de moda cuando se trata de asuntos insulares y tan efectiva en ciertos sectores europeos. Los cubanos podemos ir del folletín al panfleto, como del “azafrán al lirio”. Con nosotros pocas veces se sabe. Pero otra fue la opción. El narrador se sujetó a las mañas del realismo mágico, más garciamarquiano que carpenteriano, difícil de sostener en un discurso oral, sazonado con cierta dosis de humor negro, de ingenio, de ingrediente cáustico y absurdo, que le permitieron borrar a tiempo las costuras y las deudas, y presentarse desde la verdad, su verdad de hoy, que está entre el viento seco de Castilla y el huracán antillano. Eso explica por qué no molestó su acento castellano en una historia cubana, por qué la hibrides y el pastiche fueron recibidos como una generosa muestra de autencidad y fidelidad a la vida que es hoy.

Fue un espectáculo posmoderno, quizá sin proponérselo. Efectivo en sus recursos, mesurado incluso hasta en el desgarrador final. Sencillamente alto y luminoso, verdadero.





TOMADO DE LA JIRIBILLA REVISTA CULTURAL CUBANA Nº 412

jueves, 29 de septiembre de 2011

CANTO Y EVOCACIÓN DE LA ESPERANZA

Hace sólo unas semana las palabras eran alfileres y yo un insecto ciego volando en busca de una luz que me abrasaba, me quemaba lentamente y no había más señales que un abismo. Hoy el abismo es sólo la distancia yo recobro las alas y mi luz es pequeñita pero propia y auténtica, como este resquemor que paladeo, a veces, con esta esencia sufridora que nos han inculcado.
Hoy Buenos Aires amaneció nublado (la primavera es una niña caprichosa) pero yo tengo un aleteo interno, un reventar que me emociona y me impulsa, me lanza a construir el rito con el que se inauguran los caminos soñados.
La pasada semana fue herida y esta semana, en cambio, es sutura y el dolor permanece pero late despacio una ilusión y se abren puertecillas, ventanucos y algún trillo con malezas que habrá que podar o chapear (como se dice en Meneses).
Lo curioso de este asunto es que tengo ganas y NO ME SIENTO SOLO, NI ABANDONADO, NI HUÉRFANO DE AFECTOS, nunca creí que el desamparo en tierra ajena tuviese tanto hombro para apoyarse, tanto abrazo para refugiarse, tanta luz para que camino no sea túnel, ni laberinto, ni abismo.
Nada, que hoy amaneció gris pero yo tengo una lucecita anunciadora y un montón de auténticos candiles que engalanan este camino nuevo que empezaré con la ilusión de todos mis caminos porque las auténticas presencias de mi vida, casi siempre han estado en el recuerdo, en la distancia, en la memoria...

martes, 20 de septiembre de 2011

TONADA TRISTE DE UNA NOCHE LARGA

Mi padre se ha dormido para siempre, nadie canta más que esta tristeza honda y sin palabras.
Es una noche ajena que pudo ser perfecta y ahora es nada porque se ha vuelto abismo por culpa de esta tristeza que lacera mis alas, mis ganas de escaparme a algún lugar donde la luz sea nueva.
Mi padre puso en mi boca mi primera palabra y hoy las arranca todas y me deja sentado en la espera eterna de su abrazo.
"Caballito enano llévame a pasear"- canta la noche larga una tonada triste y nadie me dibuja el rostro como cuando mi padre me dormía en la infancia.
"Quiero ver el campo, quiero ver el mar"- y yo sólo percibo un horizonte de orfandad y frío.
"A la verde sombra de una palma real" se sentarán mi infancia de buscarte y mi adolescencia de exigirte aunque alguien dijera alguna vez que todo estaba claro en mí ¿Y acaso algo es más claro ahora que esta avalancha de agujas que ni zurcen, ni tejen, que desagarran y hurgan en la raíz más honda de mis afectos?
"Caballito enano quiero descansar"-canta ahora mi padre, como antaño y yo agradezco su silencio y le pido perdón por mis desafueros, por mis fugas.
Se ha dormido mi padre para siempre y yo no estoy para arroparle ahora que no volverá a clavar sus ojos tristes en los míos, ni me pedirá que la ayude a moverse en su cama de hierro para intentar sanarme de todos los abrazos.
Yo cantaré esta noche porque no hay ron para beber contigo,es decir por ti, y esperaré a mañana cuando te pierdas para siempre por el potrero de los Cuba, a reencontrarte un día de verano llegando en tu camión para llevarme al río o a cazar torcazas en Bamburanao, para intentar decirme lo que nunca dijiste, lo que he callado siempre.
Esperaré que llegues en un caballito enano porque tengo la certeza de vendrás cantando la canción de siempre o me contarás "El cuento de la buena pipa" para sacar de mí lo más tuyo que tengo: el carácter.

sábado, 10 de septiembre de 2011

UN CERRO QUE ES RÍO DE CUENTOS


En este asunto de la cuentería muchas veces puede la pretensión, el afán por aparentar algo más de lo que realmente estructura y define la esencia de este fenómeno que se sostiene y se sostendrá pese a todo porque de alguna manera tiene sus raíces ancladas en lo más genuino y definitorio de lo humano.
Desde que entré al mundo de los cuentos, desde que vivo de la palabra (como sentenció Tatiana Mijailovna, mi profesora de ruso) he visto algunas cosas: pequeñas, grandiosas, grandilocuentes, desvaríos, aciertos, pero esta vez asisto a un evento de honda raíz y de marcada esencia: “Un cerro de cuentos”, en Guayaquil
Podría fabular de sus orígenes porque es evidente que nació con las cosas muy claras, con una marcada vocación de poner en su sitio a la palabra y a la gente que la vivifica porque sólo en el paseo inaugural se percibe el aliento de lo auténtico, la profunda pertenencia a un proceso que, por pertinente, crece.
Cantos, cuentos, amorfinos (una manera linda de nombrar a las cuartetas populares que tienen por estos, lares) y gente, un río de gente de todas las edades que sigue la ruta del viento o lo que es lo mismo, la ruta de las palabras. Todo se abre, en el Cerro Santa Ana de Guayaquil, a la verdad que ofrecen los cuentos: ventanas, balcones, plazas y con estos la gente y sus orejas, los humanos y sus almas.
Me conmueve sólo pensar que este tipo de acciones culturales genuinas son un canto a la libertad, al privilegio humano de recrear lo cotidiano con las herramientas de siempre y con la imaginación, por supuesto.
El Cerro de Cuentos en un evento relativamente nuevo pero ya tiene bien definida su estrategia y esos conceptos que son visión y misión porque se percibe en todo: en la afluencia de público y en la lealtad de los asiduos, en el alcance sociocultural y artístico, en la evidente intención de rescatar y poner en valor tradiciones vinculadas con el patrimonio intangible, el empeño en hacer cantera para que los cuentos sigan floreciendo o yendo y viniendo como el río Guayas que en su vaivén arrulla la ciudad que acoge este Festival de todos.
Claro que debí colgar estas palabras hace ya un par de semanas pero sigo perdido en mis fugas y mis desvaríos y se me escapan a rato las palabras precisas para hablar de mi oficio y sus caminos.
Gracias, a Un Cerro de Cuentos por contar conmigo y a Ángela, Manuel, Andrea y a la familia Imaginario por ese lindo modo de acoger y de fundar. Gracias porque todo se va, pero "el almita queda" vibrando y con ganas de volver a este Cerro que es un caudaloso río de palabras y afectos.

Del sol y la melancolía...


El sábado se pinta luminoso y yo estoy con un nubarrón que sube y baja de la cabeza al sitio donde se planta el soroche (que es como el suspiro de un amor no correspondido que se trepa encima del estómago) a convocar suspiros.
El nubarrón me lanza un pregunta; ¿Por que te cuesta tan poco adaptarte a los sitios, a la gente, a la vida nueva?
Tendrá razón mi amiga Mercedes cuando me dice cubano "descatatao" y yo le devuelvo una sonrisa aprobatoria?
La respuesta la tiene esta canción "Sur o no sur"
Cualquier lugar es bueno si un día con sol te asalta la melancolía y hay una mano amiga que te pone la banda sonora, esa canciòn que cuenta lo que sufres o disfrutas porque a estas alturas no se si es dolor o privilegio esta sensación radiante del abismo.

Me faltan acentos de todo tipo y me provoca medir cada palabra.