lunes, 21 de noviembre de 2011

"UN AVE QUE SE ELEVA Y CANTA Y CANTA"


Aquellos eran días grises, pero hermosos (la juventud es siempre hermosa)Lázara y yo jugábamos a crecer, a descubrirnos en aquella ciudad de inviernos largos. Lázara cantaba enamorando al mundo y yo quería ser poeta porque mi vocación fueron siempre las palabras, entonces apareció ella, porque Elena llegó o apareció, no lo recuerdo, "como una siempreviva de pétalos temblando que espera primaveras sentada en el alero"
Y nosotros que añorábamos una estación más dulce o luminosa, nos sentamos a su vera para aprender de ella a mirar el mundo de otro modo, quizás para asumir el mundo palpitante que llenaba nuestros veinte años.
Elena Tamargo y sus versos y su amor y sus tristezas y esa manía de "arrimarse" pidiendo cariño fraguaron lo que somos ahora mismo porque si fuimos todos más amigos, fue gracias a su casa de música y de lloros; si fuimos más libres fue porque mientras ella suspiraba por la nieve o algún otro fugaz pretexto, Osvaldo Navarro, nos hablaba de versos o de la Historia de Cuba y nos hacía escuchar a Paco Ibañez o Lázara Peñones nos daba lecciones de humildad y Lula nos daba de comer y nos reñía, con vocación de madre o de hermana mayor.¡Cuántos se han ido!
Elena nos abrió los ojos y sus puertas, nos juntó a los que ahora andamos perdidos por los caminos solitarios del mundo: a Yoel,a Juanita, a Canaán,Popa y a Lázara ya a mí que ya habíamos echado anclas en la hondura de los afectos.
Elena amiga,es otoño en este lugar del mundo y tú te vas sin esperar la nieve y nos dejas así, sin tus despistes, como jugando a nada, como enfermos de una tristeza, como aquella noche de fiebre moscovita en que Nacha Guevara no dejó de cantar y Lázara y yo nos fuimos sin entender otra cosa que tu tristeza honda.
Pero te perdonamos la partida, muchacha de Cabañas por que ya lo dijiste hace unos años cuando dejaste "Sobre un papel tus trenos"
Que limpien mi camino de absurdos y maldades,
no pensar demasiado, no pensar
y con tanto de dicha
jamás insinuaría que me pierdo o me marcho
porque todo se va,
todo suena y será después silencio
todo regresa un día
como un lejano perfume de canela.

Gracias, Elena, gracias y elige una flor para el recuerdo que yo robo unas siemprevivas para poner donde no está tu foto y me quedo muy triste, tarareando un verso tuyo con música de Lázara:

La luz que no se asoma yo la enciendo,
el ave cuyas alas nunca alcanzo
me da en los ojos y se eleva huyendo.


Nota: El título es un verso de Elena Tamargo, se su libro Sobre un papel mis trenos, de 1989

lunes, 7 de noviembre de 2011

OTOÑO, INSOMNIO Y LETANÍA

I
Es otoño esta tarde
Lo anuncian tonos grises en el cielo
y ese naranja incierto
que se lee en las hojas de los árboles
empecinadas en no dar carácter a la estación
en que se fuga o anida la esperanza

Es otoño esta tarde
Lo dice este silencio de domingo que acorrala mi calle
y la hace prisionera de un suspiro que llega de un lugar a penas cotidiano.

Es otoño
Hay olor a leños, a humo
Hay murmullo de cháchara en familia
para que no sea soledad la noche cuando caiga
y desdibuje los matices dorados
con que el sol adorna su melena de esperar los inviernos.

Es otoño
Las hojas se aburren
de convocar un viento que las lleve de viaje a ningún sitio.
La tarde tararea una canción desnuda
Es otoño
Y el nido no está listo
Ni las alas son fuertes para escapar antes que llegue el frío

Esta tarde de otoño es tan larga que recién amanece
y no tengo palabras,
ni leños
ni a nadie a quien decir
que el humo del vecino convoca mis fantasmas


II
Ayer fue el otoño en mi calle
y mi noche se quedó sin palabras
y mis palabras se quedaron sin sueño

Ayer fue otoño
y ahora que amanece
acuden las palabras de siempre
a  convocar la aurora de este día
que será luego tarde
y humo
y silencio
y evocación fugaz
y una canción aprisa
y que será fantasma
y que será otra tarde de otoño sin palabras
que cantará su letanía
hasta que el frío llegue
con los colores nuevos
y el canto lastimero de otras veces


SON LAS 6.30. CANTA SERRAT SU BALADA Y COMO UN REGALO, LLUEVE EN LA CIUDAD, EN MI PATIO

viernes, 28 de octubre de 2011

PARA QUÉ SIRVEN DESVELOS, LIBROS Y AMIGOS

Anoche estuve desvelado: la tos, el regreso, los miedos, las incertidumbres y las certezas se robaron la noche para permitirme leer un libro que, a mi regreso de Guayaquil, Ángela Arboleda,amiga y cuentera y viceversa, me regaló diciendo:
-Sé que llevas muchos libros, pero este debes llevarlo contigo- y añadió detalles de la mala suerte que ha corrido por el tema que trata y los miedos que supone, en ciertos sectores y a estas alturas de la vida, hablar de "ciertos" temas.
"Ito" es un libro del cubano Luis Cabrera Delgado, para más señas de Jarahueca, un pueblo vecino del mío que ha dado a la Literatura de mi país nombres relevantes.
Leí de una vez el libro porque es fácil, porque atrapa porque "Ito" se me hizo cercano y entonces recordé que un día de junio de este año, viajando a Estrasburgo nació este texto que supuso un detonante para escribir algunos más que, vaya casualidad, han nacido en su mayoría fuera de España.
Y entonces me tomo un rato para compartir uno de estos textos que puede que nunca sean un libro y con éste, agradecer a Ángela, a Luis Cabrera (a quien no conozco personalmente), a mis padres,a mi hermana, a mi familia, a mis amigos, incluso a los enemigos (que dicho sea de paso, no son muchos).
Agradecerle a todos los que han pasado por mi vida, a unos por permitirme el privilegio de vivir a plenitud la diferencia; a otros, por obligarme al compromiso moral de asumirla, defenderla y disfrutarla para dignificarla y dignificarme.

Yo tengo siete años, tengo novia pero ella no lo sabe. Me invento cosas para estar a su lado, sólo para estar cerca porque no quiero rozarla, quiero sentir su risa llenando mis oídos, sentir su olor, aunque no sepa decir a que huele.
Yo tengo siete años y, pensándolo bien, no sé porque tengo novia, si porque lo deseo, porque quiero o porque una niña muy dulce de la clase me despierta las ganas de hacer lo que quiero hacer; es decir: llorar si me duele, besar a todos, a todas, ponerme ropas de colores chillones sin que nadie me diga:
- Los hombres no se besan
- Los hombres no lloran
- Los hombres no se visten de ese color
- Los hombres no...
- Los hombres...
Pero si yo no soy un hombre todavía. Yo tengo siete años, una verdad que no puedo nombrar porque no sé su nombre y una niña muy dulce de la clase que digo que es mi novia aunque ella no lo sepa.

jueves, 20 de octubre de 2011

CON LA MALETA Y LA LÁGRIMA A PUNTO

Ya me voy. Es certeza. La maleta con la panza cerrada y yo con un temblorcillo en la mía (en mi panza), el mismo que en Meneses obligaba a mi madre a preparar un olla gigante de arroz con leche, remedio infalible para todos mis males. Pero no huele a leche hirviendo con cascaritas de limón y canela...huele a tristeza linda, a tristeza buena (la tristeza es linda a veces, sólo a veces)
- Digo tristeza y una nube aparece y el sol la empuja y juegan como inventando un decorado para el último día de esta primera vez en Buenos Aires-
Hay momentos en que creo tener cuatro palabras ( como cualquier bolero)porque se agolpan temblorosas y no salen, se mueren por salir, pero no salen; acaso por el temor a no nombrar lo que hace falta, lo que desvela o lo que funda, lo que, tejiendo, se ata a este nuevo lugar que es ya un rincón de mis recuerdos, de mi vida.
Ya me voy, pero me voy con una ausencia nueva y un montón de presencias amigas que ahora mismo sonríen, mientras flanquean este pasillo incierto que trazan mis pisadas.
Me voy, en la calle pregonan algo cotidiano y un amolador de tijeras trina el trino que canta en todos lados.
¿Será el mismo amolador de mi infancia?
¿Será el amolador de Aquiles Nazoa?
No tengo nada que afilar, salvo mi juicio y dejo de escribir por si alguien sale a afilar sus cuchillos y puedo ser niño otra vez y convencerme de que con una rueda y una piedra esmerilada se hacen las estrellas que luego adornarán la noche, pero nadie quiere regalarme el lujo de volver a una calle de mi infancia y tengo que cerrar los ojos, pero veo otras estrellas, otras señales y el amolador se aleja y otra vez el silencio y el corre que te pillo de las nubes y el sol porque tengo una tristeza dulce, linda porque aunque es triste es dulce despedir amigos con abrazos, porque aunque es triste es lindo "esta lluvia que empieza en mis ojos" y me recuerda una canción sobre un lugar en el que nunca estuve y un poema precioso de Gabriela Mistral...
Me voy.
¡Alleguense a mirar como he perdido, entera, en este lagrimón, mi fiesta verdadera!

miércoles, 19 de octubre de 2011

UNO

"Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias"
No fueron las ansias, ni los sueños. No fue la lucha, ni el desamor, ni el miedo.En principio me trajo el encuentro con un amigo, pero a estas alturas creo que a Buenos Aires, también me trajo algún poema de Gelman o de Borges, un tango de Gardel o una milonga, una película de aquellas que,en blanco y negro, llenaban mis tardes de verano en Meneses y que terminaban en el preciso instante en mi padre llegaba en su camión para llevarnos al río.
Sea lo que haya sido, lo cierto es que "me trajo bien traído" porque llegué como quien viene a convocar la nada, a perderse en la prisa de una ciudad ajena, para en la prisa tropezar quién sabe con qué puerta o con qué muro, pero chocar con algo diferente y demostrarme, fuera de cualquier circunstancia previsible, si es verdad lo que he sido, lo que soy o si es un espejismo este hombre de pueblo que no deja de alentar el sueño y creer en la memoria y en los afectos.
Se rompió la maleta en la llegada y pocos días más tarde el destino asestaba un golpe bajo a mis afectos, entonces creí en los presagios y comenzó el miedo a desovar en mis esencias.
No hay que creer más que en uno mismo y en las luces que la esencia convoca porque creí que nada era esperanza y todo mi temor era mentira; Buenos Aires se abrió a mis soledades; se desnudó la ciudad para ofrecerse entera y aquí me tienen "tarareando un sueño" para dar gracias a todos mis amigos nuevos, a las puertas, los abrazos, los silencios, la orejas, las luces y las sombras, las miradas, la indiferencia de algunos, la deferencia impagable de otros.
He llorado, he contado, he caminado y canté y reí y cociné, tomé café y vino y mate y autobuses (porque aquí coger es sólo eso)y mis dedos acariciaron, con hambre, cientos de libros viejos en Corrientes, donde ya no está el portal de aquel tango y hasta hice el amor sin encontrar amantes (que cada quien piense lo que quiera) pero viví, como vivió el monigote de Laura Devetach y me voy para volver, porque seguro vuelvo porque ahora los caminos son promesas y porque lo prometido es deuda y porque nunca se sabe donde se cuelga el nido, ni cual es el verdadero lugar de la esperanza.

sábado, 1 de octubre de 2011

CHARLA VIRTUAL CON TEODORO RUBIO


Cuelgo este pedacito de un correo que acabo de enviar al amigo Teo,Teodoro Rubio, casi ni lo reviso, pero me ha parecido bien irme por otros caminos esta mañana de sábado, porque su pregunta y mis palabras me han permitido fugarme "Mar Adentro", como si otra vez Candás nos abriera sus brazos.

El autor, para el lector, es un amigo incondicional que está siempre dispuesto a una charla silenciosa, es un ser que arroja luz y que arma verdades para las cuales, muchas veces, no tenemos palabras o para las que nos faltan experiencias vitales. El escritor horada en los afectos, en los miedos, en las dudas, nos seduce o nos deja esperando una cita, como si fuera una presencia, algo que ha estado desde siempre porque en el ritmo de su escritura están todos los ritmos que se han metido en nosotros para armar ese imaginario, donde la subjetividad tiene el protagonismo, en tanto nos permite ponernos en el lugar de los hechos y vivenciarlos como auténticos testigos presenciales.
Por otra parte los clásicos tienen la bendición del tiempo, la suerte de contar algo que de algún modo esclarece o se integra en la memoria colectiva como definitorio, imperecedero. Lo clásico tiene el don de lo original y la originalidad, es la búsqueda constante del humano para ser ese sujeto único e irrepetible que somos.
El clásico desvela recursos y modos y maneras, enseña (Y LA COMUNICACIÓN HUMANA ES ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE) y es, esencialmente, ese "querer poder", el intentar vivirlo todo en primera persona, sobre todo aquellos autores o libros que se leen como recorriendo a la luz de un candil la casa ya conocida de los abuelos o la de esos parientes misteriosos que, por miedo, por cariño o sólo por si acaso, nos despiertan las ganas de buscar, de saber, de ir más allá de lo que objetivamente vemos, de lo que realmente somos y con quienes tejemos lazos de afectos y de dudas.
El juego libera y cuando se lee por la pasión de leer, la lectura se hace juego, se hace fácil y nos permite la confianza de dejar a medias un texto para volver a él con ansiedad y que nos reciba con los brazos abiertos y sin reproches, en un indescriptible ejercicio de lealtad. El libro es puerta y, en intangible, pero verdadera comunión con el autor la abrimos y cerramos, el libro es camino que vamos desbrozando con la certeza de que a buen sitio lleva y esa confianza nos la permite al autor que previamente diseñó el camino y que, a propósito puso trampas, recovecos para que sintamos el placer de vivirlo con la autenticidad que se vive la propia vida.

viernes, 30 de septiembre de 2011

ALGO SOBRE MI, ESCRITO POR JESÚS LOZADA

Las mieles secretas. Aldo Méndez. Cuba o sería mejor decir Meneses, Sancti Spíritus.




Al narrador lo conocemos hace años, mucho antes de que se fuera a vivir y a trabajar a España, en medio de la meseta de Castilla ―La Mancha, de cuyo nombre me acuerdo, bien que lo hago. Una comida al borde del camino, judías con perdices, o unas tapas en Chinchilla, la de la triste cárcel ya difunta. Lo conozco, claro está que al artista, mucho antes de que adquiriera ese acento entreverado en el que el decir cubano se viste de ces, ses y zetas y las cosas adquieren nombres peninsulares. Ya era entonces un gran narrador, hábil en el arte de mover los cuerpos y de hacer danzar a los rígidos adultos cual niños; diestro en su palabra poética, con una gran dosis de humor y desparpajo, de ingenio. Ya lo era, antes de la castañuela y los toros.

Contó la historia de su pueblo, de su familia, la de sus orígenes. Y ya se sabe que esto es difícil. Podría haber apelado al choteo o la solemnidad, al melodrama o al culebrón lacrimoso, o incluso hasta a la pública o velada sátira política, tan de moda cuando se trata de asuntos insulares y tan efectiva en ciertos sectores europeos. Los cubanos podemos ir del folletín al panfleto, como del “azafrán al lirio”. Con nosotros pocas veces se sabe. Pero otra fue la opción. El narrador se sujetó a las mañas del realismo mágico, más garciamarquiano que carpenteriano, difícil de sostener en un discurso oral, sazonado con cierta dosis de humor negro, de ingenio, de ingrediente cáustico y absurdo, que le permitieron borrar a tiempo las costuras y las deudas, y presentarse desde la verdad, su verdad de hoy, que está entre el viento seco de Castilla y el huracán antillano. Eso explica por qué no molestó su acento castellano en una historia cubana, por qué la hibrides y el pastiche fueron recibidos como una generosa muestra de autencidad y fidelidad a la vida que es hoy.

Fue un espectáculo posmoderno, quizá sin proponérselo. Efectivo en sus recursos, mesurado incluso hasta en el desgarrador final. Sencillamente alto y luminoso, verdadero.





TOMADO DE LA JIRIBILLA REVISTA CULTURAL CUBANA Nº 412

jueves, 29 de septiembre de 2011

CANTO Y EVOCACIÓN DE LA ESPERANZA

Hace sólo unas semana las palabras eran alfileres y yo un insecto ciego volando en busca de una luz que me abrasaba, me quemaba lentamente y no había más señales que un abismo. Hoy el abismo es sólo la distancia yo recobro las alas y mi luz es pequeñita pero propia y auténtica, como este resquemor que paladeo, a veces, con esta esencia sufridora que nos han inculcado.
Hoy Buenos Aires amaneció nublado (la primavera es una niña caprichosa) pero yo tengo un aleteo interno, un reventar que me emociona y me impulsa, me lanza a construir el rito con el que se inauguran los caminos soñados.
La pasada semana fue herida y esta semana, en cambio, es sutura y el dolor permanece pero late despacio una ilusión y se abren puertecillas, ventanucos y algún trillo con malezas que habrá que podar o chapear (como se dice en Meneses).
Lo curioso de este asunto es que tengo ganas y NO ME SIENTO SOLO, NI ABANDONADO, NI HUÉRFANO DE AFECTOS, nunca creí que el desamparo en tierra ajena tuviese tanto hombro para apoyarse, tanto abrazo para refugiarse, tanta luz para que camino no sea túnel, ni laberinto, ni abismo.
Nada, que hoy amaneció gris pero yo tengo una lucecita anunciadora y un montón de auténticos candiles que engalanan este camino nuevo que empezaré con la ilusión de todos mis caminos porque las auténticas presencias de mi vida, casi siempre han estado en el recuerdo, en la distancia, en la memoria...

martes, 20 de septiembre de 2011

TONADA TRISTE DE UNA NOCHE LARGA

Mi padre se ha dormido para siempre, nadie canta más que esta tristeza honda y sin palabras.
Es una noche ajena que pudo ser perfecta y ahora es nada porque se ha vuelto abismo por culpa de esta tristeza que lacera mis alas, mis ganas de escaparme a algún lugar donde la luz sea nueva.
Mi padre puso en mi boca mi primera palabra y hoy las arranca todas y me deja sentado en la espera eterna de su abrazo.
"Caballito enano llévame a pasear"- canta la noche larga una tonada triste y nadie me dibuja el rostro como cuando mi padre me dormía en la infancia.
"Quiero ver el campo, quiero ver el mar"- y yo sólo percibo un horizonte de orfandad y frío.
"A la verde sombra de una palma real" se sentarán mi infancia de buscarte y mi adolescencia de exigirte aunque alguien dijera alguna vez que todo estaba claro en mí ¿Y acaso algo es más claro ahora que esta avalancha de agujas que ni zurcen, ni tejen, que desagarran y hurgan en la raíz más honda de mis afectos?
"Caballito enano quiero descansar"-canta ahora mi padre, como antaño y yo agradezco su silencio y le pido perdón por mis desafueros, por mis fugas.
Se ha dormido mi padre para siempre y yo no estoy para arroparle ahora que no volverá a clavar sus ojos tristes en los míos, ni me pedirá que la ayude a moverse en su cama de hierro para intentar sanarme de todos los abrazos.
Yo cantaré esta noche porque no hay ron para beber contigo,es decir por ti, y esperaré a mañana cuando te pierdas para siempre por el potrero de los Cuba, a reencontrarte un día de verano llegando en tu camión para llevarme al río o a cazar torcazas en Bamburanao, para intentar decirme lo que nunca dijiste, lo que he callado siempre.
Esperaré que llegues en un caballito enano porque tengo la certeza de vendrás cantando la canción de siempre o me contarás "El cuento de la buena pipa" para sacar de mí lo más tuyo que tengo: el carácter.

sábado, 10 de septiembre de 2011

UN CERRO QUE ES RÍO DE CUENTOS


En este asunto de la cuentería muchas veces puede la pretensión, el afán por aparentar algo más de lo que realmente estructura y define la esencia de este fenómeno que se sostiene y se sostendrá pese a todo porque de alguna manera tiene sus raíces ancladas en lo más genuino y definitorio de lo humano.
Desde que entré al mundo de los cuentos, desde que vivo de la palabra (como sentenció Tatiana Mijailovna, mi profesora de ruso) he visto algunas cosas: pequeñas, grandiosas, grandilocuentes, desvaríos, aciertos, pero esta vez asisto a un evento de honda raíz y de marcada esencia: “Un cerro de cuentos”, en Guayaquil
Podría fabular de sus orígenes porque es evidente que nació con las cosas muy claras, con una marcada vocación de poner en su sitio a la palabra y a la gente que la vivifica porque sólo en el paseo inaugural se percibe el aliento de lo auténtico, la profunda pertenencia a un proceso que, por pertinente, crece.
Cantos, cuentos, amorfinos (una manera linda de nombrar a las cuartetas populares que tienen por estos, lares) y gente, un río de gente de todas las edades que sigue la ruta del viento o lo que es lo mismo, la ruta de las palabras. Todo se abre, en el Cerro Santa Ana de Guayaquil, a la verdad que ofrecen los cuentos: ventanas, balcones, plazas y con estos la gente y sus orejas, los humanos y sus almas.
Me conmueve sólo pensar que este tipo de acciones culturales genuinas son un canto a la libertad, al privilegio humano de recrear lo cotidiano con las herramientas de siempre y con la imaginación, por supuesto.
El Cerro de Cuentos en un evento relativamente nuevo pero ya tiene bien definida su estrategia y esos conceptos que son visión y misión porque se percibe en todo: en la afluencia de público y en la lealtad de los asiduos, en el alcance sociocultural y artístico, en la evidente intención de rescatar y poner en valor tradiciones vinculadas con el patrimonio intangible, el empeño en hacer cantera para que los cuentos sigan floreciendo o yendo y viniendo como el río Guayas que en su vaivén arrulla la ciudad que acoge este Festival de todos.
Claro que debí colgar estas palabras hace ya un par de semanas pero sigo perdido en mis fugas y mis desvaríos y se me escapan a rato las palabras precisas para hablar de mi oficio y sus caminos.
Gracias, a Un Cerro de Cuentos por contar conmigo y a Ángela, Manuel, Andrea y a la familia Imaginario por ese lindo modo de acoger y de fundar. Gracias porque todo se va, pero "el almita queda" vibrando y con ganas de volver a este Cerro que es un caudaloso río de palabras y afectos.

Del sol y la melancolía...


El sábado se pinta luminoso y yo estoy con un nubarrón que sube y baja de la cabeza al sitio donde se planta el soroche (que es como el suspiro de un amor no correspondido que se trepa encima del estómago) a convocar suspiros.
El nubarrón me lanza un pregunta; ¿Por que te cuesta tan poco adaptarte a los sitios, a la gente, a la vida nueva?
Tendrá razón mi amiga Mercedes cuando me dice cubano "descatatao" y yo le devuelvo una sonrisa aprobatoria?
La respuesta la tiene esta canción "Sur o no sur"
Cualquier lugar es bueno si un día con sol te asalta la melancolía y hay una mano amiga que te pone la banda sonora, esa canciòn que cuenta lo que sufres o disfrutas porque a estas alturas no se si es dolor o privilegio esta sensación radiante del abismo.

Me faltan acentos de todo tipo y me provoca medir cada palabra.

martes, 23 de agosto de 2011

Sueños, fugas y divagaciones

¿Viajar o estar siempre con las ganas de encontrar horizontes? Ese es quizás mi dilema hasta que el avión despega y el mudo se va haciendo pequeño y todo es horizonte como en los días lejanos de mi niñez campesina sin brújula y sin carta de viaje porque el único punto permitido del mundo era Meneses y sus calles pequeñas, sus rincones, su gente y aquella manía vieja de soñar escapadas y reencuentros cada verano en que venían mis primos y mis primas con noticias de otros lugares del mundo (Mi universo era sólo Cuba, salir de allí era sólo posible echándole imaginación mientras mirábamos el mapamundi del aula o la bola del mundo o reinventándose la vida gracias a las peripecias de los personajes que se apretaban en la biblioteca de mi escuela, excelente, por cierto)
Pero definitivamente soñar es bueno y mejor aún si se tiene la esperanza de que un día se abrirán las ventanas y las puertas y caerán los muros donde se empoza la niñez sin otros alicientes que la fantasía y el juego.
Todo lo que deseé por futuro tuvo implícito o manifiesto la fuga, el abismo, la ruptura, la conquista, la huida pero todo ello llevaba siempre las ganas de volver, no sé si a envejecer o a recoger un beso, no sé si a acomodar el recuerdo a llenarme de los olores que cada mediodía de mi barrio despertaron mi vocación de cocinillas y mi esencia de amante de la gastronomía (también el gordo que soy)
Mi primera escapada real fue a los doce años, hace treinta y tres, entonces dejé atrás las Secundaria en la esquina de casa, a los amigos de la infancia, los únicos que había tenido y me fui sin saber que era duro partir y empezar de cero a agradar y aceptar, a construir un yo que, por su naturaleza, se hacía más complicado que otros “yoes”.
Ahí empezaron los miedos que ahora son certeza, las preguntas que ya no lo son más porque las respondí a fuerza de perder la inocencia y empezaron a nacer interrogantes que no tendrán respuesta y otras que juego a no responder por miedo a parecer que vengo de vuelta de todo.
Ahora, otra vez, tengo ganas de fugas no sé si el amor roto o herido, no sé si porque he descubierto que no eran raíces sino alas mis lazos con el presente que desde hace casi doce años construyo, pero tengo ganas de empezar de cero, de estrenar la vida en un lugar sin nombre con olores por definir y sabores por asimilar, con gentes por descubrir y sobre todo compartir la vida con personas que tengan esta necesidad de fundar y construir vínculos con este tiempo aprisa que lacera esperanzas.
¿Será que vuelvo a adolecer? ¿Será que la adolescencia tiene la suerte de la espiral que no se desprende del punto de partida y siempre vuelve sin llegar a ser la misma?
No sé, pero lo cuelgo por si acaso alguien tiene una respuesta o una pregunta mejor planteada que, a veces suele ser mejor camino.

domingo, 7 de agosto de 2011

Cuando se mira cara a cara la vejez (Viejas cajas)


¿Cuántas veces pasamos de largo censurando el suspiro?¿Cuántas veces al día nos creemos invulnerables al paso arrollador del tiempo? ¿Qué es lo triste de envejecer y qué es lo amable?
Conocí a Juliana Notari en Estrasburgo, en su casa, he compartido con ella el tiempo suficiente para saberla más que intuirla y he acariciado la desnudez de María, una viejecita que se muestra tal cual vino al mundo o mejor dicho, tal cual la han cambiado los años, para echarnos en cara los falsos pudores; también hemos bailado y cantado y hasta hemos soñado juntos, Juliana y yo porque aunque María te atraviesa con sus ojos tan desnudos como su cuerpo, es una marioneta CREADA por Juliana y escribo creada con mayúsculas por que ella construyó su cuerpo y amuebló el alma y la vida y la habitación de la vieja y es quien da vida a este ser que desarma, a la vez que seduce ¿Es que desarma porque seduce o viceversa?
Esta vez, Juliana y yo, nos hemos encontrado en Agüimes, en el Festival del Sur y gracias a este encuentro he podido tomarme un té con Lucía, una viuda que se mueve con una sensualidad que conmueve y entrar, también, a la vida de Antonino, un clown que te mira suplicante a los ojos porque ha perdido algo tan importante como la memoria y que te deja con el alma rota porque, atado de pies y manos por los prejuicios o el miedo o por las dudas no puedes asistirle y entrar a consolar su soledad o a intentar apuntalar su recuerdo perdido.
La obra de Juliana es poesía, delicada en la forma y de un sabor indefinible en el contenido porque dependerá del ánimo y de la experiencia del que se “entrometa” en la vida de cualquiera de sus personajes; pueden ser ácidos o amargos, dulces, melancólicos, tiernos, suaves, duros, incluso sensuales pero no dejan indiferentes porque es un juego inevitable con la afectividad y con la memoria, con la sensibilidad y con el recuerdo de quien asiste a un acto íntimo de magia en el que “pequeñas cosas” hacen valiosas las cosas pequeñas pero imprescindibles que regala la vida y que la prisa y el pudor, el egoísmo y las convenciones maltratan o ignoran.
Me quedé con ganas de sentarme luego con los asistentes a la puesta de sólo tres minutos y con un espectador para cada ocasión y proponerles un juego de palabras y recuerdos, de sensaciones y poesía, de charla amiga o de abrazos para organizarme el desorden que, magistralmente, Juliana y sus viejos te colocan en los principios y en la vida, en las esperanzas y en los miedos. No pudo ser, pero será, lo digo convencido porque sé que el destino es generoso y habrá otras ocasiones de husmear en la vida de los seres a los que da vida Juliana Notari y aprender de la mirada limpia de las marionetas y de los limpios y precisos movimientos de la “titiritera” que los anima y nos anima a asumir en un instante que cualquier momento es bueno para devolverle al mundo la ternura y confiar, de nuevo, en los afectos.

P.D. No la busque por su nombre de pila, busque Dúo Anfibios y permítase ser parte de este juego en el que su sensibilidad puede ser protagonista absoluta.

Desvaríos estivales

He creído siempre que la confianza es mucho más poderosa que la desconfianza; que la confianza ilumina, funda, libera; mientras que su contrario deteriora el alma, enferma y hace que crezcan el resentimiento y la duda que, en cuestiones de afectos, son buenos para nada.
Pensar en la confianza me ha llevado a un pariente cercano de esta, o al menos eso creo: el querer ¿Se confía porque se quiere?¿Se quiere porque se confía?¿Se puede querer gratuitamente, porque sí, por el simple hecho de querer? O la pregunta que debo hacerme es: ¿Por qué se quiere?
Y lo hago convencido de que ese sentimiento no tiene un por qué, es deslumbramiento y llama, es instinto y tiene la virtud del lago, a veces limpio y otras turbio pero siempre agua renovándose a pesar de su apariencia, agua habitada en la que se refleja el azul a pesar de la oscuridad fangosa de su fondo, de la agitada vida que le puebla y le define.
Hasta hace unos instantes creí que me habían enseñado a confiar, pero no, me enseñaron lo contrario a la vez que me enseñaban la generosidad y el amor ¿cómo es posible?
Tengo un batiburrillo en la cabeza, un “chapichalapi” (como dice mi prima Kenia), un lío y a la vez un dolorcillo impronunciable en el alma porque descubro por enésima vez que hay que desconfiar aunque te vuelva arisco, huraño, paranoico; que hay orejas que sólo escuchan tus dolores para sacarlos luego en tu contra o a favor de alguien a quien creen tu contrario aunque no lo sea (o quizás sí) y te dejan como he quedado este sábado en que el sol, quiere abrasar a La Mancha y a los que en ella pululamos, con o sin raíces.
Pero no dudo, me duelo y quiero y seguiré queriendo y confiando aunque siga doliéndome el momento de asumir que no todos escuchamos, ni queremos de la misma manera porque no sé si estaban en el paquete de saberes que me dieron mis mayores en los que tengo la certeza de haber encontrado la generosidad y el amor, pero como soy mayor y estoy tan sólo decido que en este corazón envuelto en grasa jamás tendrá cabida la desconfianza hasta que este vivir demuestre lo contrario

domingo, 31 de julio de 2011

SOBRE MIS VERSOS PARA LEER CON PARAGUAS


VERSOS PARA LEER CON PARAGUAS
ANTONIO A. GÓMEZ YEBRA
Autor: Aldo J. Méndez.
Ilustraciones: Mariela de la Puebla.
Editorial: Mil y un cuentos. AL leer el título podríamos pensar que tenemos ante nosotros un libro de poemas que nos van a hacer llorar. A veces los libros de poemas resultan tristes, porque el poeta o los temas lo son. Sin embargo, 'Versos para leer con paraguas' no es un libro triste, aunque sí melancólico. Porque observar la lenta y continua caída del agua de lluvia produce esa sensación que bien conocen los gallegos, y que los lleva a una envidiable situación de relax.
Estos versos del cubano Aldo J. Méndez contienen mucha agua, y ninguna lágrima. A veces, incluso, incorporan o conducen a alguna sonrisa. Con ellos el poeta recuerda el interior de la isla de Cuba, zona tropical donde llueve con mucha frecuencia, y donde el agua, en esos momentos, se adueña de todo: entra en las casas y en las almas de quienes visita.
Para el poeta, el agua de la lluvia tiene múltiples olores, colores y sabores: a menta, a naranja, a limón, a fresa, y otros mil que cualquiera puede inventar o suponer al agua.
Cancionero popular
El poemario contiene algunas notas que recuerdan el cancionero popular, porque destila amor, y separación, y la pena que conlleva el mal de amores. Se convierte, así, en un libro para niños que cualquier adulto puede leer con satisfacción: -«Ay, que nadie me dice / «Niña, te quiero»- ¡Corre, ven a bañarte / en el aguacero!».
Y como los libros creados por la sabiduría poética del pueblo, incorpora metros breves, y a veces comete los pequeños pecadillos en que tropieza la métrica popular, como la sinafía, que observamos entre el tercer y el cuarto verso de la estrofa recién citada.
El libro es bellísimo en todos los sentidos, también en el tipográfico, y, en las delicadas y expresivas ilustraciones de Mariela de la Puebla.

domingo, 17 de julio de 2011

Un poema viejo para una nostalgia reciente


Meneses, perro amarillo
que atraviesa mi silencio,
talismanes que me agencio
para socorrer mi trillo,
sonata del verde y brillo
de la tarde cuando muere,
nostalgia que siempre hiere
como punzada en la vida
sutura para mi herida
mi alma tu silencio quiere.

Niño he sido en tus rincones
y mendigo en tus callejas,
cuando siento que me dejas
retumban las emociones
y mi abuelo, sin canciones,
se alza desde su caballo
y su voz, como de rayo,
su voz de polvo y de brisa,
rompe en dulzura la prisa
y me cuida las pasiones.

¿Dónde quedaron, juguetes?
¿Dónde abandoné a mi madre?
¿Qué dolor guarda mi padre?
¿Y mi hermana?¿Y sus aretes?
Campesinos sin guateques
recobran su esencia vieja;
mi vida como madeja
vuelve la pasado y regresa
y con ternura me besa
y sin consuelo me deja.

Es tu mordida la huella
que mancha mi poesía
y marca mi travesía
por laberintos de suerte,
eres alegría y muerte,
eres paz y eres querella,
eres un niño sin duende
que al regazo se te prende
y al desatar la alegría
sólo reclama una estrella

viernes, 15 de julio de 2011

MODESTIA, APÁRTATE!!!


Cuántas veces somos capaces de tirar a la basura el viejo prejuicio de la modestia y decir, como acuñó Freddy Artiles:-¡Modestia, apártate!
Ahora mismo vuelo hacia Gran Canarias, a Agüimes, al Festival del Sur y me he puesto a mirar las fotos del Festival de Barquisimeto, de donde acabo de llegar, y entonces me viene a la mente uno de los más maravillosos momentos de mi vida de cuentero, gracias a la maestría del fotógrafo que lo atrapó puedo reparar el instante en que no sabía si era cierto lo que estaba pasando y, de ser cierto, no sé hasta hoy que fue lo que movió la reacción de un público que me sacó del ritmo que intentaba dar a mi espectáculo y contar,tal vez gracias al oficio, como poseído para llegar al final como andando a tientas el camino de los cuentos que faltaban por decir.
Esta historia, aquella en que mi madre vuela y mi padre la salva de perderse, este cuento que reinventa mi pueblo y su memoria me ha dado no pocas satisfacciones y creo que, amen de su poesía y de su apelación a contar algo fácil de entender porque nos es común y se hace previsible, tiene su origen en la más auténtica raíz de mi historia personal y aunque no dice toda la verdad, cuenta la verdad que quise tener y la que tuve y pienso, es en ese punto donde se crea la comunión con los que van dibujando el texto que arman mis palabras.
Si alguien de los que estuvo me puede decir que sintió, qué paso, que cuerdas se pulsaron o cuales se rompieron para que más allá de mi conciencia el público me desarmara en un ejercicio mágico de sublime generosidad y afecto, que lo cuente, que me lo explique por qué siempre que miro mis ojos a punto de reventar en llanto y mi mirada buscando en no sé qué horizontes las respuestas soy feliz y me asusta no saber quien guiaba mis palabras esa noche, si era yo o era la sorpresa, si fue la historia o la hábil oreja de un público que sabe y como sabe pudo verse construyendo la verdad en que se nutre mi amor por esto oficio.

sábado, 9 de julio de 2011

Matías JUGLAR Tárraga


De Matías Tárraga sabía de oídas y lo poco y fugaz de aquella ocasión en que tuvo la delicadeza de invitarme a un café, a su paso por Ciudad Real; pero cuando le vi entrar en la panadería de Barquisimeto, recién llegado de España, a la hora del desayuno, algo me dijo:
-Abrázalo como un amigo viejo.
-Abrázalo como un amigo viejo- insistía mi voz interior.
Así lo hice porque mi instinto me exige confiar hasta que el destino demuestre lo contrario.
Luego le vi moverse, colarse en las conversaciones de otros y mostrarse desnudo, porque Matías carga muy poca añadidura para que no se distorsione ese murcianico brillante y gruñón, pero noble, como perro de hortelano (del que como y deja comer)
Cada mañana de Festival se levantaba feliz y como niño chico era más feliz aún por estarlo, lo pregonaba a sonrisa limpia y a abrazo desatado. Se hizo querer, se hace querer porque es hombre de una sola pieza, como esas talladas a mano por escultor con oficio en las que lo imperfecto es también obra del milagro.
El momento más intenso de este juglar con las “moderneces” justas fue su presentación en el Ambrosio Oropeza de Barquisimeto, allí me descubrió su inteligencia y su instinto, su sagacidad para respirar al público (numerosísimo en esta ocasión) sin perder la compostura, ni quebrar el hilo que hilvanaba su coherente intervención.
No niego que al principio me poseyó la duda ¿Clase magistral o espectáculo? Para mi sorpresa fue un espectáculo magistral y con clase, a pesar y en virtud de su modesta puesta en escena. Una lección de cómo gestionar recursos orales y escénicos y como, gracias al dominio del tema, puede alargarlo o acortarlo, abrillantarlo u opacarlo, manejarlo, definitivamente, a su antojo y al del público; a esto lo llamo ejercicio poético de comunicación afectiva (y efectiva en esta ocasión) o lo que es lo mismo: narración oral.
La idea es que sin salirse de la ruta diseñada previamente, Matías Tárraga nos hizo saber que labraba el camino de sus textos en función de la circunstancias, es decir, hace arte de la comunicación.
No tengo para Matías más que elogios: conmovió, enseñó, sedujo (difícil para la propuesta) y dejo ver la verdad de un hombre generoso que, borda el oficio ancestral de la juglaría con telas e hilos de estos tiempos, sin descuidar la hechura, ni el traje, ni a quien lo lleva o lo acaricia con ganas de llevárselo puesto, aunque le ajuste o lo quede grande.
Quizás faltan puertas y escenarios del otro lado del mundo (escribo en Caracas) para este juglar de esencia y apariencia, pero ya lo dice el refrán: Nadie es profeta en su tierra.
Y Matías es poeta y profeta y juglar jugador que en la jugada invita a un juego juglaresco, poético y profético que le define y que defiende
¿Acaso este soniquete intencionado es aliteración o sólo entendí de la clase la autenticidad del maestro?

domingo, 3 de julio de 2011

CUENTO DE UN POEMA DIFÍCIL


Toña Pineda es payasa y Sandra Lezama, bailarina; se han juntado en un espectáculo que cuenta algo sobre los sueños y la esperanza, o eso, al menos, es lo que yo sentí.
No es casual que me haya seducido, a pesar de que aún hay que hilar o deshilar para que todo fluya con la armonía de una pieza musical, con la luminosidad de un cuadro bien pintado, de esos que de tan bien atrapada la luz, se les escapa e inspira y hasta deslumbra, a veces, sin cegar.
La propuesta, aun inmadura, tiene la esencia clara, la intención se percibe aunque a veces se diluye. Pero hay una verdad que no deja indiferente y por eso mi verso se apuró para arroparlas con esta nana dulce que canta lo que sentí esa noche en que perdí mi miedo a los payasos y asumí que son también un trozo de poesía.

Una madrecita negra
tiene la luna
La oscuridad y la noche
tejen su cuna
y mientras va creciendo
y se hace redonda
el viento va tejiendo
nanas y rondas

La luna crece
la noche canta
el arrullo que gesta
las esperanzas

Duerme profundo
y juega con tu silencio
que el tiempo de llegar
lo anuncia el viento
con un silbido dulce
claro de luna
saltarás a los brazos
de mi fortuna

Crece la luna
canta la noche
la esperanza dormida
viaja en su coche

No te apures, yo espero,
una canción te guardo
y una caricia
de azucena y de nardo
de pan, de risa
y en mi regazo un nido
teje la brisa

La luna crece
la noche canta
el arrullo que gesta
las esperanzas

miércoles, 29 de junio de 2011

CUANDO LOBOS Y CORDEROS SE MIRAN A LOS OJOS

No soy capaz de discernir que es más difícil y peligroso en la escena: provocar o conmover, pero tengo la certeza de que para ambas cosas hay que ser muy auténtico, muy generoso y muy honesto.
Nos conocimos en casa de Mau Cevallos. Él terminaba de comer y yo llegaba, me miró como quien quiere ver más allá de la primera piel y yo ni siquiera me quedé con su nombre. Había mucha verdad en aquel hombre tatuado y me dejé llevar por la curiosidad y hasta creí intuirle cada vez que miraba con melancolía el pasado o cuando abofeteaba irreverente la vida que vivimos como malgastándola.
Ahora que amontono estas palabras buscándole un sentido, tengo la certeza de que fue un regalo el encuentro, lo supe cuando le vi, medalla al cuello (El Festival de Barquisimeto reconocía su trayectoria), ajustarse a los tiempos en detrimento del ego y a favor del ritmo de una gala en la que todos tejemos la madeja que luego irá bordando con palabras los escenarios que acogen este encuentro. En ese instante le supe generoso y entonces podía acomodarse en las estancias de mi vida, que es mi casa.
Roberto Nield arrancaba si pretensiones una ovación cargada de cariño del bueno y me tocaba a mi seguir la estela de su aplauso (todo un reto).
Desde ese momento le fui vigilando de cerca, olfateándole, reconociéndole, más allá de apariencias como un lobo de mi manada, porque a pesar de no tener apariencia de fiera, alguna dentellada lanzo a la vida si me duele y tengo la manía de cantar a la luna.
Ese hombre, Roberto, tenía una verdad, lo denunciaban sus miradas, sus modales, sus maneras y yo quería saberla entera para quererle y respetarle, como hago ahora perdido en este mar de palabras gastadas.
No falló la intuición, lo que desvelaba la apariencia era certeza. Eran auténticos Roberto y sus tatuajes, Roberto y su mirada, Roberto y su siempre atenta manera de analizarlo todo para nombrarlo luego.
Cuando le vi en el escenario, ya era parte de mí (le amaba con amor del bueno, sin ñoñerías ni maricadas) y me fue cautivando (nos fue cautivando) con una aparente superficialidad de chiste de barra, que nos iba ablandando, acercando, convocando, provocando, para luego asestarnos un golpe en la moral, en el recuerdo, en el compromiso y en la prisa de pasar sin mirar la huella.
Contó con desgarro de folklórica su vida, pero también con la melancolía del sobreviviente, con la honra del guerrero y no faltó ni un ángel por nombrar porque los hombres de verdad no olvidan y a eso de recordar y reconocerlo todo, sin tapujos, yo le llamo honestidad.
Queda claro, Roberto Nield es, desde hace unos poquísimos e intensos días, mi amigo más viejo, mi ángel más irreverente y aunque después de tanta palabra salida desde el corazón no puedo discernir si es más difícil provocar o conmover, tengo la certeza de que este hombre-lobo-andante sabe y puede hacerlo porque es generoso, auténtico y honesto.

martes, 28 de junio de 2011

Un huracán de afectos que crece y quiere crecer


Hace cuatro años, en mi primera función en Barquisimeto, compartí con un muchacho de dieciséis años: Romer Peña. Era pura fuerza, un huracán sin bridas que lanzaba al aire su energía y que los asistentes a aquella función recogían a pesar del espacio y devolvían como sólo saben las orejas de estos lares, donde aún la palabra es palabra. Fue en Las Trinitarias, que aunque por su nombre parezca un Colegio de monjas, es un Centro Comercial (en Venezuela trinitarias son también las buganvillas)
Esta vez lo he visto contar en el Teatro, en la sede central del 18 Festival de oralidad de Barquisimeto, arropado por tres músicos excelentes (Barquisimeto es tierra de músicos) con un espectáculo con matices urbanos y un evidente guiño a la poesía.
Romer ha crecido y lo digo tajante porque tiene madera para seguir creciendo y ganas para hacerlo, sabe escuchar mirándote a los ojos, sin miedo a eso que, a los que “vendemos” nuestro ego, nos cuesta tanto oír: desatinos, desaciertos, errores, patinazos…
Yo lo disfruté con desconcierto y cierta envidia. Desconcierto porque a ratos se dejaba arrastrar por la pasión de un público que le conoce y lo arropa hasta la asfixia y le impedía, impidiéndonos, saborear las historias, escuchándole como quien come engullendo, sin percibir los sabores, los aromas, las texturas. Lo envidié porque a pesar de esos pesares, que el público te quiera es del deseo de todos o casi todos y porque ojalá a sus años yo hubiese tenido arrojo suficiente para ponerme al mundo por montera y luchar convencido por lo que entonces creí querer y que ahora sé que es cierto.
Romer no deja indiferente, por eso le hablé como un amigo viejo de mis impresiones y por eso le escribo estas palabras en una habitación de hotel con ventanas que miran a ninguna parte y porque él si tiene luz propia y un camino que andar construyendo ventanas y puertas y cerrojos y muros; eso sí, escuchando a su yo, que no a su ego, y mirando después, con avidez de sabio, lo que deja a su paso porque lo que pasa es lo que queda y funda, lo que enseña y nos arma en este oficio lleno de intrusos que, como yo, se atreven a decir que les parece el trabajo de otros. Yo intento hacerlo sin juzgar, desde el afecto más sincero y cuando percibo en los ojos de quien cuenta las ganas de crecer y seguir creciendo y creciendo reinventar el oficio de cuentero que es una tarea difícil y por difícil, edificante.

martes, 21 de junio de 2011

De la intuición a la certeza


Hay cuenteros y cuenteras a quienes se les ve venir, se les intuye o se les reconoce como algo que ya ha estado en tu vida de antes (en cualquiera de ellas) y el destino los coloca porque sí de nuevo en tu camino.
Víctor Arajona, es como esos ríos que fluyen con la apariencia de no ir a ningún sitio pero que cantan a su paso y con delicadeza, arrastran en su caudal desde una brizna hasta un tronco enorme y lo hacen con la sutileza y a la vez con la firmeza del agua que no cesa de ir hacia un destino que no sabe si conoce o intuye, pero que tiene claro.
Ángel del Pilar es manantial, es luz, es cantarina y a borbotones salen lucecitas brillantes de sus ojos y con su acento y su voz te va aliviando de esos males que no has creído tener hasta que alguien te acaricia la herida oculta y te la descubre mientras la sana, la cura, la desaparece.
¿Y acaso río y manantial no son complementarios y a la vez uno? ¿Acaso no son raíz y ala, origen y camino?
Así, desde mi apreciación minada de un afecto nuevo pero hondo, la vida los juntó para que fueran uno o varios (el cuentero tiene la suerte de ser cada cosa que nombra) que se arman como las partes de un rompecabezas que, armándose engatusa y engancha, y atrapa hasta hacerte perder los contornos de cada pieza.
Entraron al escenario dando la impresión del "aprendiz de panadero" que ve cada ingrediente del pan con vida propia y como imposibles de mezclar, hasta que empieza y, entonces, todo se amalgama como en un rito antiquísimo y se arma la masa que se amasa y se achica y reposa y crece y se hace pan antes de ser horneada y, luego, es pan que el fuego dora y cuece, fundiendo en una las vidas que lo conforman.
Contar es de esos oficios en los que la paciencia, antes y durante el ejercicio, define la calidad del pan que probaremos todos: quienes tejen las frases para hacer la historia y quienes las destejen para que tenga vida y pueda armarse mil veces, cuando sea contadas.
Fue un espectáculo noble, auténtico, cargado de generosidad; con la simpleza de una olla de pobre que, hirviendo, junta los poquitos que calmaran el hambre, las hambres. Fue una lección de modestia, de mesura, de amor, de equilibrio.
Y, sin pretensiones, arrancaron aplausos y sonrisas, más aplausos y risas y más aplausos y silencios, esos silencios sabios de un público que, por unanimidad y por oficio, se pone de acuerdo para venerar la palabra que funda, la que cura y para agradecer la maravilla de un espectáculo que te deja el alma sosegada e inaugura en ella la sutil impaciencia de los caminos nuevos.

domingo, 19 de junio de 2011

Doña Flora y sus palabras aromadas


Escuchar contar a Flora Ovalles es pegar la oreja a un manantial de agua dulce. Flora es miel y canela. Es un girasol amarillísimo, espléndida en generosidad. Dulce, pero no de esa dulzura que raspa, sino de la que engancha porque no empalaga, no cansa
Y es que Flora es auténtica, una mujer en estado puro, sensualidad sin aditivos, como un arrollo que te canta y te pide viajar en su corriente de agua fresca (que no fría)
Y mientras te cuenta, te seduce y no sabes si es una mujer hecha y derecha o una niña juguetona que quiere quedarse en ti para que la consueles o para ser consolado porque ella es generosidad y las personas generosas dan y reciben con la misma vehemencia.
Cuando cuenta su voz suena como en esas tardes amarillas del Caribe después de que ha pasado un huracán, un ciclón (uno de esos que no son tan bravos) y el viento se revuelca en el cielo con actitud de gemido, con sensibilidad de arrullo.
Yo la veo más amiga y es que una cuentera de verdad, auténtica, te cala y se te cuela en las honduras y no tienes más remedio que dejarte amar y amarle como quien en la primavera se hace naturaleza y estalla.








lunes, 13 de junio de 2011

TENGO GANAS DE HABLAR Y QUE ALGUIEN ME ESCUCHE



Ahora mismo tengo una sensación confusa, se debaten la ilusión y la melancolía; la añoranza y la esperanza ¡Otra vez a Venezuela!
Hace cuatro años este Festival (El de Barquisimeto) supuso una puerta a esa parte del mundo al que pertenezco y que las circunstancias insulares me negaron el privilegio de conocer y asimilar.

Me recuerdo asustado (aunque pareciera lo contrario) y con la ilusión crecida porque estaría con Pedro Mario López, un narrador cubano imprescindible cuando se habla del oficio y los afectos y las ganas de contar con este acento "entreverao" que me ha permitido la vida de mis últimos años.
Hoy ha hecho calor en La Mancha, un calor de los de toda la vida (la vida de aquí), de esos que cuecen y convierten al campo en un mar dorado que, de no ser por la cuchillada del sol, invita a navegarlo, a surcarlo para desentrañarle la vocación de infinito que tiene esta tierra que me acoge y me ampara.
Yo tengo un frío extraño, una absurda sensación de melancolía que no sé como nombrar, ni sé si nombrarla es lo que necesito y quiero. Pero es como esa punzada dulzona y casi ñoña del amor que te despierta mariposas y, aunque siempre que viajo prefiero no aferrarme a las certezas, me asegura que será bueno, buenísimo, volver a este Festival con el alma preñada y el corazón sin estaciones, para curarme contando que es una digna y mágica manera de curarse.
Vuelvo con la intención del abrazo, con la mirada limpia de los siete años y el mismo temblor conque a los diecinueve años surqué mares para intentar construir la vida que ahora vivo y en la que se consolidaron las ganas de ser este cuentero errante que, errando crece y creciendo cuenta los caminos que vuelven y salen del mismo sitio: la memoria.

viernes, 10 de junio de 2011

OFICIO Y LEALTAD O REQUIEM POR UNA AMISTAD QUE SE HIZO MENTIRA

Es cierto que corren tiempos en los que la incertidumbre cercena los pilares que sostienen el oficio, pero ¿Acaso vale la pena, en aras de ganar espacios, echar por tierra la imagen de los compañeros?
Siempre he creído que contar cuentos debe sustentarse en la lealtad y en la honestidad. Al menos, para mí, es un privilegio que la gente me descubra cuando cuento, que se perciba el temblor que delata desde dónde esta brotando la historia que seduce o provoca, que silencia o alarma, que desvela o arrulla, que conmueve o deja indiferente.
También es cierto que somos diferentes, muy diferentes: algunos llegan y enseguida el mundo se echa a sus pies, a otros les intuimos vacíos y luego te sorprendes con la boca abierta y el corazón pleno de poesía (y viceversa), algunos pasan de largo hasta el momento de la sesión y hay quien se vende y sabe hacerlo, entonces, por la rozón que sea, uno se pregunta cómo.
Si algo bueno tiene la vida (y nuestro oficio la cuenta y contándola la reinventa y la vive) es que pone las cosas en su sitio. Es justo que nos agranden o convenzan, más o menos, el trabajo y los modos de nuestros colegas. Es justo y normal (se llama subjetividad) pero siendo objetivos hay desprejuiciarse y dar al ego un puntapié y aprender a asumir el rol del público, siéndolo, viviéndolo, sintiendo que esto en un ejercicio de comunicación y que si la gente se entrega es por que se conmueve y disfruta; nos gusten o no las maneras de enfocar el trabajo que tiene el otro.
Me avergüenzan aquellos que se acercan a programadores y otros seres con el poder de ofrecernos espacios y tiran por tierra la imagen de compañeros injuriando, calumniando, construyendo imágenes falsas con el fin de trepar y subir y medrar y joder (esa es la palabra exacta) Puede que entre amigos y compañeros sea normal decir abiertamente lo que me gusta y o que no, lo que me chirría y lo que me convence (movidos por la razón que sea) pero llegar a la inmoralidad de construir imágenes erróneas ante aquellos que nos dan la oportunidad de defender el oficio y defendiéndolo ganarnos la vida, me parece deleznable.
Por suerte la vida fluye y no hay nada más socorrido que un día detrás de otro y las aguas toman su cauce y lo que sube baja y quien a yerro mata a yerro muere y la mentira tiene las patas cortas y así hasta el infinito porque marineros somos y en el mar, andamos (en mi país se cambiaron arrieros por hombres de mar)
Respetémonos, que a cada quien la vida dé lo que se merece porque lo construye y se lo gana o porque como al burro la casualidad le ayuda. Defendamos el oficio desde la dignidad, eso nos hace mejores cuenteros porque contando desvelamos lo que somos.

jueves, 9 de junio de 2011

DESVARÍOS

Que no quiero la dulce
Caricia dilatada,
Sino ese poderoso
Abrazo en que romperme
Jaime Gil de Biedma


Tanto vuelo sin pausa, tanta fuga, tanta ternura desatada, tanto mar ajeno y a la vez común, tanto decir que pasa, que todo pasa y queda…
Y en su paso, el ardor de la huella que deja el desamor, cuando pone sus huevos bajo la piel del verso, ha cerrado a cal y canto la puerta a mis recuerdos y estoy como queriendo decir algo con nombre impronunciable por la punzada que deja en mi silencio.
No sé qué quiero ahora que la noche masculla rubores y vergüenzas para escupirlos, irreverente, al pie de la cama; para fugarse luego y dejarme desconsolado en la urgencia de bautizar algún gemido lento que preñe mi corazón de auroras.
Y no quiero el arrullo, ni la nana. No quiero el frígido consuelo de tener que decir: lo siento, tampoco quiero escuchar lo mismo de otras veces como un remiendo apurado a la esperanza que, al resolverla, la desdibuja y la prostituye.
Quiero anegar la noche de abrazos, sólo abrazos; quiero romperlo todo, que cada trozo salte en estampida de luz para cegarme y ciego de mis luces recorrer las verdades y las sombras que esperan, ojerosas, en la puerta cerrada donde calla el recuerdo que pasa y que se empoza y que no fluye, ni crece, ni se rompe.

miércoles, 8 de junio de 2011

OFICIOS Y PRIVILEGIOS

Hay un día en que se constata el privilegio de un oficio, la suerte de echar palabras al vuelo sin otro ánimo que el de sacar a la luz esos lugares comunes que son las ausencias, el recuerdo, los miedos, la memoria y al nombrarlos, hacerlos certezas.
Esta historia empezó hace poco más de un año en el patio del Hotel Convento de Santa Clara, en Alcázar de San Juan.
Yo fui a contar, esa vez me tocaba contar y confieso que ya tenía vivencias suficientes para dejarme llevar por la magia con que el lugar arropa y sublima las palabras (al menos las mías) y jugar, simplemente jugar a tejer un camino invisible entre mis recuerdos viejos y la memoria reciente de unos adolescentes llegados a La Mancha gracias a la Ruta del Quijote y al privilegio de los Viajes Educativos (puede que en peligro de extinción)
Los encuentros anteriores fueron mágicos por la sensatez de Vicente Montiel al proponerme que no hablara del Quijote y diera rienda suelta a los afectos. Fue así como el Meneses de mis recuerdos, el de mi niñez con casa vieja y calle de piedras, en el que sólo tenían hora exacta el colegio y las comidas porque el resto del tiempo se perdía entre carcajadas, libros, canciones, juguetes y alguna que otra maravilla que inventaba la carencia, apareció para facilitarlo todo, para contar lo que tuve y lo que me faltó, lo que soñé y lo que me inventé (todo ello mezclado hace el recuerdo)
La serpiente y su cola, un cuento del cubano Onelio Jorge Cardoso, se prestó a ser puerta y sin quererlo o porque lo quiso (como el abuelo de la historia) se volvió camino porque marcó el ritmo de la sesión y me atrevo a decir que el de la noche. Un camino que sacó nostalgias y vivencias, alguna lágrima y más de un abrazo con ganas de consolarnos ausencias comunes y de apretar esos lazos nuevos que, dada las prisas de estos tiempos, se me antojaban fugaces, frágiles.
Pero ha querido el destino, y a ese destino han contribuido generosamente Marian y Ana, que esta semana mi voz sonara en Mallorca, en El Arenal y en Porto Cristo, en sus respectivos Institutos, donde tiene el lujo de constatar que han elegido el magisterio por vocación.
Han sido días intensos, de redescubrimiento y de suspiros, de abrirle puertas a mi vocación de palabrero y a mi oficio de cuentero. Es cierto que las orejas han sido ávidas y generosas y por eso, mi palabra tuvo eco y arrope en los silencios y en las risas, en los suspiros y en los ojos mojados, en el travieso que se guardó la travesura, en el que volvió a tener pocos años y llamó mi atención para que sus ojos sintieran mi presencia, en los maestros y maestras que me arroparon y me cuidaron y mi hicieron sentir como un amigo viejo que vuelve de la vida a reinventar los camino de antaño, en el asombro de los ojos y en la sorpresa de las bocas (como el día en que mi madre levantó el vuelo)
Ha sido un lujo, un lujo como pocos nos permite este tiempo fugaz que nadie atrapa.
Pero si algo me conmueve y a la vez me silencia ha sido el reencuentro con los chicos y las chicas de la Ruta, los de cuarto, mis amigos, los ojos que recordaré siempre que diga había una vez y mis cuentos censuren al silencio.
Puedo decir algunos nombres, pero no vale la pena porque son una piña apretadísma, donde fluyen los afectos casi de manera oculta y saltan a la luz cuando se hacen necesarios para arropar el llanto y la melancolía, para mostrar al mundo que son agua que fluye cargada de emociones, transparente, vivaz, irrepetible como el río de Heráclito, pero con vocación inevitable del río que es siempre río y aunque falte la lluvia, bastará una gota mínima de agua para que fluya y cante.
Habéis sido un regalo, sois un regalo y seréis siempre los que mejor sabéis escuchar la primera historia que conté mucho antes de saber que este sería mi oficio y mi vicio y, gracias a personas como vosotros, un privilegio.

jueves, 2 de junio de 2011

Donde nacía la lluvia


Si llovía, mi casa era el aguacero. Desde el techo caía la llovizna y pegadito al suelo aparecía un río, que de lado a lado, atravesaba la casa de mis juegos. Todo para que mi madre perdiera la cordura e Ivis y yo viéramos pasar el agua subidos en la cama y escondidos debajo de las sombrillas conque mami nos protegía del catarro.
Ese día, cantaban altísimo las ranas y mi hermana le pedía a mi padre que acabara con ellas, moría de miedo. Y yo moría entonces de tristeza, si mi papá salía sigiloso para acabar la alegría conque ellas llegaban hasta allí, pensando que en aquel lugar nacía la lluvia.
Sólo la tristeza de mi madre, me hacía pesar que aquello no era fiesta. Y cuando salía el sol, cuando escampaba, el piso era de tierra, los muebles de tan húmedos se pintaban de blanco. Y mi madre, descalza, fabricaba de nuevo el espejo por donde caminábamos, mientras mi padre sacaba agua nueva de la cañada, para limpiar el cauce del río en que crecimos.

martes, 31 de mayo de 2011

y yo sigo pensando... y cuando pienso, canto

Me disponía a salir y me vino a la mente esta canción de Pablo Milanés, buecándola, descubrí en subtítulo "Canción de cuna para una niña grande" y me han venido a la mente todas las nanas que me cantaron, las que canté y las más dulces que consolaron mi soledad y mis dudas y hasta mis desamores.
Para todos y todas los que me arroparon y me consolaron alguna vez con sus susurros dulces, estos apuntes para un poema que será canción de un disco de nanas y rondas, un sueño que amaso lentamente, como los buenos sueños se amasan:

Encajitos de espuma
Tejen las olas
Para arropar el sueño
A las caracolas
Y para acurrucarlas
En su regazo
La playa tibia
Abre sus brazos

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

Azules olas
Mecen cantando
Un arrullo salado
Que va pintando
Maravillas de nácar
Que en sus destellos
Regalan a la playa
Suspiros, sueños

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

Un abrazo salado
De sal y espuma
La blanda arena
Se vuelve cuna
Y se duermen soñando
Las caracolas
En el vaivén celeste
Que hacen las olas

Un sueño marinero
De sal y arena
Una nana turquesa
Quita las penas

192 años y un poema imprescindible

Un día como hoy de 1819 (me recuerdo redactando notas para Radio Enciclopedia, en La Habana) nació Walt Whitman y me viene un poema imprescindible de Federico García Lorca.

ODA A WALT WHITMAN

Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.



Y ya, de paso y porque me gusta , uno de Norge Espinosa, poeta y dramaturgo cubano, por aquello de rizar el rizo y porque el azar me lo trajo hace unos días mientras hurgaba en la páginas de La Jiribilla y de donde lo he copiado tal cual.
(Fue un decubrimiento maravilloso hace muchos años, casi 20, recién llegado de Moscú con problemas ideológicos y en una librería de Santa Clara)

VESTIDO DE NOVIANorge Espinosa

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt
(Whitman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste
(de novia
en la oscuridad del ropero.

Lorca


Con qué espejos
con qué ojos
va a mirarse este muchacho de manos azules.
Con qué sombrilla va a atreverse a cruzar
(el aguacero
y la senda del barco hacia la luna.
Cómo va a poder
Cómo va a poder así vestido de novia
si vacío de senos está su corazón si no tiene
(las uñas pintadas
si tiene sólo un abanico de libélulas.
Cómo va a poder abrir la puerta sin afectación
para saludar a la amiga que le esperó bajo
(el almendro
sin saber que el almendro raptó a su amiga le
(dejó solo.
Ay adónde va a ir así este muchacho
que se sienta a llorar entre las niñas que se
(confunde
adónde podrá ir así tan rubio y azul tan
(pálido
a contar los pájaros a pedir citas en teléfonos
(descompuestos
si tiene sólo una mitad de sí la otra mitad
(pertenece a la madre.
De quién a quién habrá robado ese gesto
(esa veleidad
esos párpados amarillos esa voz que alguna
(vez fue de las sirenas.
Quién
le va a apagar la luz bajo la cama y le pintará
(los senos conque sueña
quién le pintará las alas a este mal ángel
(hecho para las burlas
si a sus alas las condenó el viento y gimen
quién quién le va a desvestir sobre qué
(hierba o pañuelo
para abofetearle el vientre para escupirle
(las piernas
a este muchacho de cabello crecido así vestido
(de novia.

Con qué espejos
con qué ojos
va a retocarse las pupilas este muchacho que
(alguna vez quiso llamarse Alicia
que se justifica y echa la culpa a las estrellas.
Con qué estrellas con qué astros podrá mañana
(adornarse los muslos
con qué alfileres se los va a sostener
con qué pluma va a escribir su confesión ay
(este muchacho
vestido de novia en la oscuridad es amargo y
(no quiere salir no se atreve
no sabe a cuál de sus musgos escapó la
(confianza
no sabe quién le acariciará desde algún otro
(parque
quién le va a dar un nombre
con el que pueda venir y acallar a las palomas
matarlas así que paguen sus insultos.
Con qué espejos con qué ojos
va a poder asustarse de sí mismo este muchacho
que no ha querido aprender ni un sólo silbido
(para las estudiantes
las estudiantes que ríen él no puede matarlas
así vestido de novia amordazado por los
(grillos
siempre del otro lado del puente siempre del
(otro lado del aguacero
siempre en un teléfono equivocado
no sabe el número tampoco él lo sabe.
Está perdido en un encaje y no tiene tijeras
así vestido de novia como en un pacto hacia
(el amanecer.

Con qué espejos
con qué ojos.

Estrasburgo me atrapa ¿Me atrapa o me seduce?



Hace una semana estaba como el inocente que asiste a la mañana de los Reyes Magos. Ante mí un billete, una ciudad que me enamora y el deseo de un reencuentro largamente acariciado (entiéndase por largo un mes, a veces exagero por oficio) con personas con las que comparto esas dimensiones humanas que son los sueños y la nostalgia.
Razones tenía suficientes para volver con la misma intención con la que vuelven las cigüeñas (no es tiempo para hacer elogio a las gaviotas) había espacio para anidar, para tejer y destejer ese complicado marasmo de afectos que el más modesto y auténtico de los festivales de cuentos que conozco, había inventado en una semana en que la palabra fue sólo pretexto, un humano y hermoso pretexto.
Volví con ganas de quedarme y hasta con la "macacrabra" idea de aburrirme o decepcionarme de la ciudad y de la gente de otros lares que la habita y la hace parienta de los lugares que dejaron del otro lado del mar; apenas abrí la puerta de casa corrí a buscar un billete para que no se me pasara la euforia, para que no languidecieran las ganas porque tenía ganas muchas ganas de constatar verdades fuera del laboratorio mágico y engatusador que resulta un Festival, sea de lo que sea.
Volví y he estado casi una semana amasando estas palabras, rumiando estos afectos que dedico a la Casa de América Latina en Estrasburgo y a su gente.
No quería regresar con las manos vacías y propuse a Ligia ( que ya es mía gracias a su balcón, a su sinceridad, su alma y al camarada Jameson que no defraudó y se mantuvo fiel a sus principios) contar y cocinar (dos de mis vicios confesables) y ella que tiene vocación de camino lo aceptó y me ofreció la cocina y el corazón para guisar a fuego lento un cubanísimo ajiaco y un afrocubano quimbombó (okra) con la receta de mi madre y con mis desvaríos de gordo tranculturizado y de paladar mestizo. Entre plato y plato, cuentos y al final, de postre, mi primer flan gigante de leche condensada, el mismo que se cocinaba antaño y que es ahora nostalgia en las cocinas de mi país sin leche condensada y con escasos huevos (de gallina, aclaro)
Lo disfruté y creo que los asistentes también gozaron mi disfrute y entonces constaté que el hombre tiene dos hambres en cualquier latitud y que si a esas ganas o necesidades se le suman las ganas de nutrir que heredé de mi madre y de mi abuelo, entonces la combinación (modestia, apártate) es más que fructífera.
Gracias a la Maison por cobijar mis sueños, gracias a los amigos por curar mis tristezas, gracias a Ligia por permitirme entrar en su casa y en su vida. Gracias, que es una palabra muy simple y que por ello nadie como ella dice lo que dice.
No sé si lo he dicho bien, pero lo he dicho de verdad, con sincero gozo y con la punzadita de envidia que me produjo dejar a Ligia y a Amalia Lú Posso Figueroa en perfecta comunión con una tarde tormentosa de martes y la fiel compañía del camarada Jameson.
Aquí estoy, siempre dispuesto a volver y es una amenaza...
¿Cómo lo hacemos?



PD. la foto es de Mariana Otero, una colombiana más dulce que la panela

lunes, 30 de mayo de 2011

DE LOS "RECUERDOS DE MI ÚNICA CASA"

LAS LLAVES DEL CIELO

¿De dónde sacaron aquel nombre tan raro de mi abuelo? Tan raro era que mi madre y sus hermanos no supieron llamarlo por su nombre. De ahí que nosotros heredáramos la costumbre de llamarlo “papá”. Así, sencillamente así. Pero el asunto no era tan sencillo, porque decir “papá” era callar el grito, espantar el miedo, asustar el regaño y si decías “papá”, antes o después de pedir permiso, cualquier punto del horizonte era buen camino.
Estoy seguro de que mi abuelo tenía las llaves del cielo y que algo de leyenda marcaba su vida. Porque eso de que él no dijera mentiras y que en mi pueblo se tejieran las historias que se tejían acerca de su barba, donde mis primos y yo solíamos tejer desde un columpio hasta una enredadera repletica de flores, era demasiado raro.
Y es que ese abuelo nos vino a todos como mandado a hacer: hablaba bajo, no se peleaba nunca, sabía de muchas cosas -sobre todo de consuelos- y, cuando regresaba en su caballo, por los ojos alucinados de la bestia sabíamos que venía de alguno de esos sitios que ni sabios, ni poetas, han logrado encontrar en sus inventos y en sus sueños.
En las alforjas de su montura había de todo: guayabas, ciruelas, lagartijas, pedacitos de caña, fotos de la familia, gatos recién nacidos y panes de gloria; eso por sólo mencionar algo. Miren si guardaba cosas en las alforjas que un día, según el más mentiroso de mis primos, papá llegó de Caibarién y traía en las bolsas de su montura un helado para cada uno. Ese día, cosa rara, nadie lo estaba esperando y papá se puso tan triste que mi primo tuvo que dejar su tarea de domar avispas y comerse uno a uno los helados para que el abuelo sonriera.
Le creí a medias, pues papá tenía un sentido de la justicia que una pomarrosa chiquitica alcanzaba para todos y eso que, además de nosotros que éramos diez, siempre había cuarenta o cincuenta muchachos rondando la casa. Para todos había; mientras más chico, más rendía. Porque entonces papá te miraba a los ojos de un modo que el frutal entero se metía entre la dulzura de su mirada y el pedazo de la fruta que apenas se veía en tu mano.
Confieso que fui el más preguntón de todos, por eso sé otras cosas que no digo; pero papá me confesaba sus caminos con sólo una caricia. Estaba seguro de que, muy a su pesar, yo nunca correría a caballo y conservaría intacta la memoria, o al menos más clara que la suya, a él, por momentos, la brisa del galope le enredó las ideas.
De mi abuelo se dicen muchas cosas, tantas que hay días en que un caballo relincha y pronuncia su nombre, una vieja suspira y es su nombre , un niño ríe y es su nombre y el llanto, y la certeza y el café…Todo es su nombre , su nombre raro y su apellido largo. Esas palabras que se me han vuelto viejas y que son la honradez y la decencia.
El recuerdo es demasiado frágil, la vida corre más aprisa que su caballo blanco… Papá está demorando mucho su regreso.

REGUEROS


Parece que la vida convulsiona, la vida total y el trozo que me toca.
¿Cuánto puede guardar una maleta?
¿De todo lo que guarda que es lo que verdaderamente ha valido la pena apretujar para que luego te mire compasivo y a la vez exigíendote razones para justificar el olvido?
Hoy deshago las rinconeras de mi casa y es como si escudriñara los guacales del alma.
Cada detalle, cada olor, cada prenda usada tiene una historia truncada por el paso de las estaciones y por mi paso atolondrado por el tiempo que me habita y despilfarro viviéndolo (linda manera de despilfarrar)
Hace días que me rondaban las ganas de decir y mira por donde, cambiar de sitio las cosas de casa te hace pensar en tanto camino trillado a fuerza de costumbres o de miedos, que al final son una misma cosa, en tanto se protegen, se defienden, se amparan.
Afuera el sol enciende rostros y ventanas, dentro de mí algo languidece en positivo, aunque parezca extraño. y me propone un vuelo a la raíz, un fuego nuevo, luminoso o caliente, pero llama que combustione y en su ardor renueve, funde.
Seguiré organizando los cajones puede que así se aclaren las ideas de este tiempo que demanda revoluciones a pesar de las prisas, el miedo y la sordera.

domingo, 8 de mayo de 2011

PARA OIRTE MEJOR

¿Qué cuenta la música de cámara? Esa fue la pregunta que desató lo que hoy ha sido una mágica mañana de domingo en Toledo.
Yo no canto, cuento; no soy músico, "palabreo" que es otra manera de despertar a la oreja, lugar por el que la palabra y la música se van haciendo un sitio y anidan o despiertan inquietudes, emociones, preguntas y silencios.
La propuesta me llegó de la mano de Hernán Milla, pianista y con el beneplácito de uno de los cubanos ilustres de mi lista de cubanos cercanos y entrañables, Carlos Cano Escribá, flautista del Trío Cervantes y que hoy para mi confianza y seguridad, sustituía a Rosa Sanz, de gira por Rumanía y que junto a David Olivares y el propio Hernán Milla, conforman Ilma Ensemble
Yo tenía que poner voz y palabras a un concierto didáctico.
Las certezas se construyeron en la ilusión de hacer algo nuevo, diferente y compartir con músicos llenos de tantas inquietudes como talento.
Me atreví y hoy asistí (asistimos) a un juego maravilloso de afectos, música y palabras. Este domingo fue especial, distinto, entrañable.
Constaté que hay otra didáctica: la de los afectos, la de compartir el placer de aprender a compartir, a jugar, a escuchar, a estar, en familia, en otros espacios en los que la norma se construye gracias al disfrute y por eso es flexible y es de todos.
Imagino que algún día alguien colgará un vídeo, una foto, un recuerdo y tengo la esperanza de que alguno de los asistentes cuelgue un comentario que de fe de lo que supuso esta sonora y luminosa mañana de domingo, en la que la música de cámara contó con voz propia y una voz prestada que hay mucho por hacer, que todo lo que se hace sin otra aspiración que la de compartir afectos, tiene en los humanos el mágico efecto del gozo y el disfrute (esas caras amables de la libertad).
Palabras, melodías; frases, en definitiva, y el placer de jugar, convencidos de que en la didáctica del juego, la espontaneidad es preponderante y desde la espontaneidad, conmover, convencer, animar, regalarnos ese placer común a cuenteros y músicos que nos otorgan la oreja y el que escucha y escuchando, aprende y nos enseña.
Gracias por contar conmigo.